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Pasajeros en la estación de San Rosendo alrededor de 1960. Imagen tomada de Memoria Chilena ilustrativa para este texto. |
Sobre esto de las añoranzas, se cita, a veces, el verso clásico de Jorge Manrique “todo tiempo pasado fue mejor” de las Coplas a la Muerte de su Padre. Psicólogos dicen que nos parece así porque la memoria tiende a eliminar los recuerdos malos y se queda con los buenos. Así, entonces, en el terreno de nuestra historia, tendríamos sólo lindos recuerdos de aquellos viajes en tren.
Revisemos a lo menos una situación opuesta al verso de Jorge Manrique de las que se producían a bordo. Recuerdo una. El “chillanejo” (“el ramal”) venía con su capacidad completa, como el metro en horario alto. No se podía avanzar por los pasillos y las repisas sobre las ventanillas estaban colmadas. Había allí bultos de toda especie, tipo y contenido: bolsas harineras con productos de la temporada, sacos, maletas de cuero o tejidas en mimbre, bolsos de viaje de fabricación artesanal, herramientas de labranza, aperos, botijas de vidrio protegidas con revestimiento de mimbre y taponadas con corontas de choclo (las llamaban “damajuanas”). Es una visión general, había más cosas en aquellas parillas que no es del caso ir más al detalle.
Cuando el tren agarraba vuelo en la bajada de Tomé, por ejemplo, algunos bultos se caían o se estropeaban porque no eran herméticos. En otras, sus contenidos se desparramaban o salían disparados. Si a lo anterior se agregaba la gran cantidad de pasajeros, se generaban situaciones embarazosas. En la oportunidad que comento, debido a un tirón muy brusco del tren una de las botijas se quebró vertiendo como se fuera una ola su contenido: vinagre tinto, sobre los distraídos pasajeros sentados inmediatamente debajo. En esos años, la gente viajaba con sus mejores ropas. Es de imaginar por tanto el impacto del percance. Hubo mujeres que se pusieron a llorar y caballeros quedaron muy complicados por el efecto de la rociada. El dueño de la botijuela en cuestión se llevó las manos a la boca entre risas y preocupado. ¿Qué le iba a hacer? Se trataba de un accidente de los que de tarde en tarde se producían en “el ramal”.