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POLLO ASADO PARA EL ALMUERZO

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        Parece un absurdo, pero importante información de las costumbres alimentarias del ser humano se puede hallar en aquellos lugares destinados a los desechos. Ahí está la fuente de datos acerca de nuestras rutinas de vida. Pregúnteselo usted a un antropólogo, a un arqueólogo. Hace un tiempo, científicos de estas especialidades indagaron en un conchal descubierto en el fundo Playa Negra que databa de más de cuatro mil años. Plena prehistoria pencona. (Ya hemos publicado datos sobre ese hallazgo). Como resultado de los estudios que se realizaron, supimos de qué se alimentaban esos ancestros, qué herramientas usaban para pescar y tal vez de cómo las fabricaban, etc. Los datos estaban en el basural prehistórico. 

          Para nuestro enfoque, centrémonos en el siglo pasado con el fin de  comprender mejor esta generalidad. Los desechos que la gente arrojaba nos hablan de cómo han cambiado las cosas desde entonces. Para hacer el paralelo miremos solamente la alimentación de aquella gran masa obrera, de los profesionales y de sus familias, o sea, de Penco en su totalidad.

          Comencemos y terminemos nuestra observación en las cocinas.

        Pollo al almuerzo, con sus variables: cazuela de ave; trutros, alas y pechugas asadas; reponedora sopa de patas, buche y cabeza. La dueña de casa no abría el refrigerador y sacaba el pollo, no. Había que ir al gallinero, escoger el ave y agarrarlo, traerlo a la cocina, tomarlo de las patas y estirarle el cogote hasta que muriera. Otra opción era cortarle el pescuezo con un cuchillo. Un trabajo cruel, rutinario, no quedaba más que hacerlo. Al pollo muerto se les quitaban las plumas rociándolo con agua hierviendo. Se desprendían con facilidad, todas las plumas iban al tacho de la basura igual que los interiores. Otras veces en que se cocinaba, por ejemplo, un conejo, había que beneficiarlo y faenarlo en casa. El pellejo, la cabeza y los interiores terminaban en la basura. Si la familia tenía chanchos y faltaba carne, la muerte del animal se practicaba en el patio. Pelos, interiores, pezuñas tenían por destino el recipiente de los desechos. Si la idea era comer pescado frito, al pez se le quitaban la piel o las escamas en la cocina, se les retiraban la cola y la cabeza y todo eso iba al tacho.

            Las tareas extras de las dueñas de casa para cocinar en aquellos años nada tienen que ver con la realidad de hoy, en que la mayoría de los alimentos vienen listos para meter al horno, si es que ya no están horneados. Las tareas crueles de matar, despellejar, desplumar, destripar se trasladaron a las industrias del ramo. Los niños de hoy no tienen la experiencia de cómo la carne que viene en su plato antes fue un animal. La carne que saborea nunca la conoció viva.

          Los arqueólgos del futuro descubrirán en los vertederos que nosotros en el siglo XX comíamos cazuela de ave, pescado frito o chuletas asadas por los restos de plumas de pollo, de cerdas de chancho, o por las escamas apiladas de las merluzas.


LOS CISNES LLEGARON A PENCO COMO UNA BENDICIÓN

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 UNA FAMILIA DE CISNES en el sector Gente de Mar, en Penco. (Foto de María Ana Palma Ramírez, publicada en Facebook).
    

   Por Abel Soto Medina

   Tímidamente empezaron a llegar los primeros expedicionarios, traían en sus vuelos la esperanza de encontrar un nuevo hogar, y quizás, desde lo alto,  divisaron lagunas y desembocaduras, hechos que se transmitieron los machos alfas, y decidieron bajar para inspeccionar la zona o simplemente para hacer un descanso en su peregrinar. Esas preguntas, no sabremos si se hicieron, pero sí con certeza tenemos la respuesta: «¡Quedémonos!»

    Así nace nuestra historia de los nuevos vecinos de Penco, hace ya unos años, sin duda, más de diez, que en una tarde tranquila, soleada, el borde de agua de las playas de Penco, se empezaron a divisar, los cisnes, que lucían sus plumajes intensamente blanco y también muy orgullosamente su color negro en su cabeza y cuello, contraste perfecto de la naturaleza para estas preciosas y hermosas aves que vinieron a asentarse en las aguas costeras de Penco, panorámicas que no tuvieron la ocasión de apreciar ni en los amaneceres o atardeceres los turistas de élite que llegaron a Penco en sus años de balneario top, cuando se disponía de afamados hoteles como Hotel Coddou, Hotel Alemán, La Giralda, allá por los años finales del siglo XIX, o sea 1890 al 1900. Y a principios del XX, los turistas que con la llegada del tren, inaugurado el 24 de noviembre de 1889, fue más masiva, sobre todo cuando el año 1916, hubo conectividad de las zonas chillanejas por el ramal costero del Itata, que iba desde  Rucapequén a Concepción y que unía muchas localidades a través de sus estaciones de Rucapequén, Quinchamalí, Confluencia, Nueva Aldea, Centro, Ñipas, Magdalena, Coelemu, Ranguelmo, Pissis, Menque, Dichato, Tomé, Carlos Werner, Fuerte (Punta de Parra), Lirquén, Cerro Verde, Penco, Playa Negra, Cosmito, Tucapel, Andalién, Concepción (estación central, hoy Intendencia regional).
    Con este medio disponible y de fácil acceso o ya más popular, los visitantes de esos entonces o turistas hoy, disfrutaban de las playas de Penco y sus apacibles aguas, compartiendo la diversión y degustación que otorgaban los casinos de esos entonces instalados en espacios de playa, principalmente entre las calles Roble y Maipú, ahí se distinguían Casino Bahamonde, Huambaly, La Bahía, Cuartito Azul, y cómo no, pero unos años posteriores,  El Turismo o Costabella después. Todos quienes transitaron en esas épocas nunca vieron, ni siquiera pensaron o se imaginaron que hubieran visto cisnes de cuello negro en las aguas penconas. Los que sí los han podido apreciar son aquellos turistas o visitantes que han concurrido estos últimos años al afamado y longevo restaurante de Penco, Casino Oriente que sus inicios datan de los años 50, y que se ha mantenido cómo ícono de la gastronomía pencona, así cómo también de sus alegres noches de reuniones sociales de fin de semana o para celebrar las Fiestas Patrias, Año Nuevo, matrimonios o fiestas aniversarios.
    Bueno al parecer nos estamos apartando de lo central que son nuestras aves silvestres, hoy se les puede apreciar muy apacibles y juntos a otras especies como las gaviotas, terrines, alcatraces, todas ellas las vi convivir ayer en el sector de Cerro Verde, pasado el cruce de la línea férrea por calle Infante hacia la caleta ya nombrada. Allí el mar hace un remanso especialmente cuando el viento norte empieza a susurrar dejando cual laguna la ensenada de bajo fondo que conserva una enormidad de piedras que fueron depositadas en el lugar, según algunas conversaciones antiguas, por la infinidad de veleros que las usaban cómo lastre, hecho que se podría tener cómo teoría, pero que pasa a formar parte del mito de las aguas del mar de Penco.
    En nuestros días de infancia, era normal ver bandadas de cuervos,  patos lile, guanayes y otros cormoranes, llegando a los humedales del río Andalién, y que los clubes de caza de Penco, hacían un festín entre comilla deportivo,  en esos años para realizar su tiro al vuelo, y que ganaba el equipo que más ejemplares mataba. Para suerte de los cisnes de cuello negro ese «deporte» ya está en extinción y pueden seguir reproduciéndose por éstos lugares para decorar lo maravilloso de la naturaleza y de éstas flamantes aves acuáticas, que no pasean volando, sino disfrutando con nadar para conseguir su alimento y así conservar la especie.

Revisión de estilo, N.Palma

ESA USANZA PENCONA PARA HACER DURAR LA ROPA

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          A VECES LA GENTE hacía virar sus trajes viejos, porque con el paso del tiempo la tela de la ropa trajinada presentaba mejor aspecto por el lado de adentro que por el que estaba a la vista. Se podía pedirle a un sastre o a una modista que las diera vuelta al revés. Así la ropa se la hacía durar mucho más. Los trajes también tenían una segunda oportunidad.

        Pero, había dos peros con esto de los virajes: los ojales y los bolsillos quedaban al otro lado. Sin embargo, los sastres ya fueran don Silvano Bustos o don Hugo Barrientos sabían como disimular el inconveniente. Las modistas, en cambio optaban por zurcir. El segundo pero era una efecto casi imperceptible en la ropa virada, algo más relacionado con la interpretación: parecía un traje de utilería, un disfraz. Así quien lo llevara, usuario o usuaria, adoptaba –sin proponérselo– el aspecto de un personaje de novela o de una ópera, minutos antes que se levantara el telón.

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        EN LA EX POBLACIÓN ALCÁZAR–nunca entendí por qué la llamaron de emergencia si de emergencia no tenía nada– y que ya no existe, las maderas nativas de su acabado interior adquirieron un natural color cereza-oscuro generando ambientes penumbrosos. Por la fuerza de la costumbre a nadie le incomodaba eso. Salvo a un vecino que vivía un par de casas más allá. A él se le ocurrió romper la rutina. Acompañado de dos de sus hijos fue al cerro, Villarrica arriba, y regresó horas después con un saco de tierra. Los niños traían la tierra en baldecitos de playa. El material obtenido de alguna quebrada presentaba un color cercano al naranja. El vecino lo echó en un tiesto de lata, le agregó agua, lo revolvió e hizo un barro. Le puso más agua y el barro se aclaró para convertirse en un líquido espeso y lechoso. ¡Lista la pintura! Con una brocha y el aporte de los niños comenzó a pintar el interior de la casa. El principio el agua no adhería a las maderas, había que esperar hasta que absorbiera de a poco la humedad. Eso no lo preocupó, al final, después de un arduo trabajo de pintado, las maderas oscuras se iluminaron y sumaron necesaria claridad al interior, antes penumbroso.

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        COMER UN PAVO ASADO era una rareza en Penco, una exquisitez de un día al año, quizá dos.  En la casa de mi amigo Manuel Suárez llegó uno de esos días. Fue el turno del enorme pavo cebado en el gallinero. La sorpresa fue que después de adobado, no cabía en el horno. Para resolver el imprevisto, la señora Inés pidió el concurso del señor Jofré dueño de la panadería para asar el pavo en sus instalaciones. Así se hizo. Tres horas después, la Florita fue a buscar el azafate, distante dos cuadras. Cuando regresó estaba indignada, por lo seco del asado. Y su molestia se fundaba en su conocimiento y en una razonable sospecha. Ella sabía que el pavo debía haber generado una buena cantidad de jugo. Y sospechaba –más bien de eso la Florita estaba segura– que el maestro panadero y su ayudante se pasaron un rato muy agradable sopeando a gusto con pan francés todo el caldo de aquel pavo.

EN LA MEMORIA TAMBIÉN SE PUEDE COLGAR UNA PINTURA

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        El paso de los años no logra borrar de mi cabeza esa linda pintura original que colgaba de uno de los muros de mi casa y que nunca supe donde, algún día, fue a parar. La miro cada vez allí en mi memoria, igual como lo hacia cuando era niño frente a ella. Me quedaba largo rato prendido y pensando en la belleza de ese paisaje, pintado quizá por quién. Antes de describirlo, diré que sus dimensiones debieron ser de 30 x 22 cm. y que la técnica era óleo sobre cartón. Tenía un marco delgado de madera lacada en negro y lo protegía un vidrio común. El trabajo de enmarcado no aplicó pastartú, que se hubiera explicado en la idea de agrandarlo. Así estaba allí colgado.

        Ahora narro lo que hizo ese artista anónimo con sus pinceles sobre esa modesta superficie de cartón. Nada rebuscado, ni alambicado, ni pretencioso. Simplemente un paisaje básico, que al mirarlo durante un rato transportaba mi espíritu muy lejos, a ese lugar onírico expuesto en la pintura. Contenía tres planos: bien al fondo el cielo, más cerca una cadena de cerros y casi al alcance de la mano, el boceto de unos árboles inclinados sobre un río. La soledad del entorno me conmovía, pero por sobre todo me conmovían los colores. El cielo era celeste sólo bien arriba, porque después iba degradando su tonalidad a un rosado y después a un vainilla cuando tocaba el lomo de los cerros. Me comunicaba la idea de una alborada, ese aspecto que adopta el cielo después que se fue la noche y que en unos minutos más asomará el sol.  Más abajo estaban los cerros, que eran definitivamente azules, de un azul marino. El movimiento del pincel seguía el curso de los lomajes suaves en los que no se advertían detalles. El pintor los había dibujado directamente con su pincel. Ese mismo movimiento transversal separaba y mezclaba al mismo tiempo las diversas tonalidades del cielo. El punto más claro, por donde asomaría el sol, estaba desplazado un poco a la derecha.

        El río tenía también su protagonismo. Aparecía desde detrás de unos árboles en la distancia y se ensanchaba hasta perderse en el primer plano entre un suave bosque. La superficie del agua presentaba un color té con leche, no porque arrastrara barro. Eso no podría haber sido porque avanzaba sin prisa. En realidad, el tono del agua, correspondía al reflejo del cielo, que rebotaba a 45 grados y que llegaba a los ojos del espectador como proveniente de un espejo. El pintor quiso exáctamente provocar eso, el engaño, al comienzo de un cauce lechoso, que el espectador al darle una segunda mirada comprendía que sus aguas eran cristalinas y que la tonalidad provenía de la belleza del cielo matinal. Los árboles del primer plano estaban bocetados y en un marcado verde botella. Constituían la puerta de salida del río que se desvanecía detrás del follaje.

         Esos eran los detalles de la pintura que comento, que está guardada en mi memoria. ¿Podría la sola descripción representar a la imagen y sustituirla? Imposible. Si tuviera el talento de manejar un pincel cometería la audacia de intentar reproducirlo, sin olvidar el volumen del óleo en los trazos más marcados y la pátina brillosa que adquirió después del secado. Pero, no. Se quedará ahí en el recuerdo y en los recuerdos de los recuerdos, en los sueños de haber podido estar ahí en el momento preciso que inspiró al anónimo pintor, seguramente de Penco.

UN RECUERDO DEL TÍO FLAMINIO QUE RECIBÍA A TODOS SUS SOBRINOS EN SU CASA, CERQUITA DE AGUAS SONADORAS

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                                        ROA EN EL CAMINO REAL O DE VILLARRICA.         
         

Por JUAN ESPINOZA PEREIRA (Docente), desde Atacama

        Si hay algo que la humanidad ha aprendido a aceptar es que la realidad está en constante movimiento, lo planteó Heráclito en el siglo V (AC), posteriormente los filósofos del siglo XIX nos señalan que “todo lo sólido se diluye en el aire,” lo que provoca espanto en el pensamiento conservador, se remata en el siglo XX con el pensamiento de Bauman quien nos demuestra que toda la realidad es líquida. Ya nada se conserva, todo se transforma (Lavoisier) y se crea podríamos agregar.

          El pensamiento posmoderno nos ha enseñado que la realidad es una constante construcción social, creada por los grupos humanos cuando significan su(s) espacio(s), así es como nace una sociedad, un grupo humano; es el momento donde nacen los lugares (naturales o sociales) que pasan a constituirse en espacios de socialización, de diálogo y reproducción social. Esta creación de espacios le pertenece a una(s) generación(es) y tiene significado para esa población y a la vez es significativa, es decir, tiene valor; a partir de este espacio las personas construyen sus vidas e intentan trascender a nuevas generaciones.

         La anterior perorata, es para hablar, desde la distancia y en Pandemia, de Penco; si me detengo un poco me han preguntado ¿de cuál Penco hablas? Entonces, recurro a ese brevísimo marco conceptual primero, habré de hablar de la ciudad en la cual estuve habitando y que después de 36 años fuera de ese terruño, mis lugares hoy son no lugares para las nuevas generaciones. Claro todas las significaciones que en su tiempo hicimos sólo son válidas y significativas para aquellas generaciones que habitamos ahí y que con el transcurrir del inexorable kronos han dejado de ser significativos. A modo de ejemplo: ir desde Penco a Roa en las décadas de los ’70 y ’80 para un grupo de niños-jóvenes implicaba hacer un viaje de exploración e ir pasando por lugares que ya habían sido significado por otras generaciones. Iniciar el viaje tenía dos alternativas una oficial: desde calle Cruz se ingresaba al Camino Real que para muchos era ingresar al mundo de la colonia, una cuesta con murallones y todos soñábamos con llegar a la Patagua para disfrutar de la exquisitez de las frutillas, las mismas que comieron en Europa allá por los mil quinientos. Otra forma de ingresar al campo, menos oficial era hacerlo por el lado del cementerio parroquial, entonces, cada cierta distancia habían lugares con nombres propios que para los caminantes eran significativos para las alegrías, los miedos o las soledades: “Cruce de Cholle” (fábrica de ladrillos), “Cuesta Villarrica,” “Quebrada del Mono,” “Subida los Caamaño,” “Rucio Artemio,” “Los Barones,” “Primer Agua,” “Bajada de la Culebra,” “Los Cipreses,” “Agua Amarilla,” “El Durazno,” “El Gallo,” “El Caolín,” “Agua Sonadora o Sanadora,” y ahí se llegaba a la casa de nuestro Tío Flaminio, que se encontraba colgando al lado del camino a Roa; en el cruce se decidía si se llagaba a Roa o se devolvía a Tomé, previo paso por el cementerio “Las Nalcas,” que cuando lo conocí pude ver chemamull en algunas tumbas. Cada lugar antes mencionado era significativo para ese grupo de niños-jóvenes que lo transitábamos, cada lugar con su historia que habíamos asumido y ya eran parte de nuestro existir.

          Pero como dije anteriormente, la realidad es líquida y nosotros los de entonces ya no estamos y esos lugares, hoy son “no lugares” como diría Marc Auge, sólo son espacios transitorios, espacios de anonimatos y sin significado emocional o racional; es muy probable que hacer hoy la trayectoria nos encontremos con una nomenclatura científica propias del MOP o de las empresas forestales, como sucedió en la ciudad de Penco luego de tsunami, “cuando el mar quiso ir a dar una vuelta a la plaza,” donde desaparecieron algunas esquinas pletóricas de significados (El Ancla, Zunino, San José por nombrar sólo algunos) y hoy son no lugares porque los nuevos pencones pasan sin detenerse ya que no les hace sentido ese espacio.

          Esta breve nota no es para lamentar, sino para visibilizar que la realidad es construida y que no evoluciona, sino que es construida y significada por cada generación, Penco es el Ave Fénix que renace a partir de algunas cenizas. Entonces, puedo responder la pregunta de mi hijo que es pencón pero no ha vivido jamás en la ciudad… el Penco que hablo, es de mi generación, cuando al momento de caminar hablabacon las calles y los lugares en los cuales habitaba (década de los ‘60 a los ’70).

          Para finalizar y con el respeto de los lectores, brindo un homenaje a nuestro Tío Flaminio, un viejo lindo que sabía leer los caminos por las pisadas de los animales, leía el significado del viento para aventar, sacador de papas y guía de yeguas y potros en las trillas, el pero comerciante que se haya visto porque creía en el trueque, querendón de su “sobrinaje” y amigo de todo el mundo, quien abandonó el sector de Roa en el mes de octubre de 2020, pero que tendrá seguidores porque esta semana nacieron dos criaturas a quienes se les hablará de nuestro Tío Flaminio; pero también un sentido y honrado homenaje en su aniversario 471 a la ciudad que me abrigó al momento de nacer, que me permitió aprender a caminar por sus calles cuando niño, que fue mi patio donde jugué cuando joven y que me abrió sus puertas para conocer el mundo.

Un salud desde Atacama a Penco y a toda sus nuevos habitantes.

LA BARRERA QUE PROTEGE A PENCO –EN PARTE– DE SALIDAS DE MAR

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EN LA MITAD HORIZONTAL de la foto se aprecia el talud del ferrocarril, en la cancha de Gente de Mar.
          Los relatos de la época colonial de Penco son bien crudos para recordar algunos episodios, como que el mar salió a la velocidad del galope de un caballo, después de uno de los sismo de gran magnitud que hubo entonces, atropellando sin que mediara ningún obstáculo que pudiera contenerlo, aunque fuera en parte. Esta historia es coherente y se acepta por las depresiones que hay entre la playa y la tierra firme por donde el agua furibunda se pudo abrirse paso. Si hoy observamos, se aprecia con toda claridad, que hay zonas bajas desde calle Penco hasta Infante, por donde el agua podía invadir zonas pobladas. La extensión del ferrocarril desde Playa Negra hasta Lirquén en 1904 obligó a levantar un muro de tierra compactada para compensar el desnivel e instalar los rieles a ras. Podemos afirmar que antes de ese año, Penco estuvo más expuesto al embate de una marejada sin control. Junto con prestar un servicio al transporte de pasajeros y de carga, la base de la línea ha servido también de seguro ante la furia del mar que en el pasado fue una amenaza constante.

          Si tomamos como referente la línea ferroviaria, ésta presenta diferencias de niveles en su paso por Penco. Por ejemplo, está por debajo de la altura de la calle en el barrio Playa Negra y pasa mucho más alto que Alcázar frente a la cancha de Gente de Mar, quizá 3 metros con respecto a esa calle.

          Donde remata Yerbas Buenas, entre la playa y la calle, el ferrocarril construyó un puente para permitir el paso de un antiguo ducto de alcantarillado. Ese tubo hecho de ladrillos debió ser de un metro y medio de diámetro y terminaba en el mar. Aunque fue diseñado, sin duda, para permanecer bajo la arena, con el tiempo quedó descubierto hasta la mitad. Había que saltarlo si uno caminaba en la playa por ahí. La idea de hacer salir las aguas negras directamente al mar con ese ducto parece que funcionó poco. El gran hueco en el talud de la línea férrea en Yerbas Buenas facilitaba además de la salida de la alcantarilla, las descargas de las aguas lluvias a la playa. Sin embargo, al revés de la idea original, esa boca revertía su función para las salidas del mar.

          La ingeniería del ferrocarril de comienzos del siglo XX ayudó, sin proponérselo, a edificar un dique que ha servido para situaciones de emergencia de tsunamis por sismos.

          Este razonamiento sobre el tendido ferroviario y su segunda función de seguridad, me ha surgido luego de la alerta emitida por el Shoa el 3 de marzo de 2021 ante una sismo de gran magnitud registrado en el Pacífico suroriental. Afortunadamente los efectos casi no se advirtieron en Penco, sin embargo, en una actitud preventiva y a la vez simbólica el municipio desplegó personal y equipos que trabajaron de trasnoche para levantar defensas de arena con el fin de proteger algunas zonas específicas (foto de abajo, tomada de FB). A Dios gracias esas barreras no fueron puestas a prueba por la naturaleza.

         Si el tendido ferroviario no hubiera pasado junto a la playa, ¿no habríamos tenido esa defensa? Mi respuesta es sí. Las experiencias de salidas de mar son tantas y lo serán en el futuro cercano y lejano, que la política hubiera aconsejado levantar una barrera mayor y dedicada. Eso tiene sentido. 


 

3 MUJERES DE PENCO, LAS PRIMERAS VOLUNTARIAS EN LA HISTORIA DE BOMBEROS

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          Documentos auténticos nos permiten afirmar que fue en Penco donde por primera vez en Chile y en Latinoamérica, las mujeres se incorporaron como voluntarias bomberiles. Ellas se inscribieron en la historia cuando tal vez sin saberlo se enrolaron en la Segunda Compañía de Bomberos en la década del 40.

           La primera fue doña Adelina Rodríguez, quien presumiblemente ingresó en 1943, un año después de la creación de esa compañía. Da fe de este hecho, el diploma por los servicios prestados a la institución, el que le fue conferido el 18 de septiembre de 1944.

             En una fotografía oficial de formación de los integrantes de la Segunda Compañía se ven claramente tres mujeres, entre ellas la señora Adelina y otras dos damas, cuyas identidades desconocemos. Están con sus uniformes y tenidas de parada. El lugar de la foto fue el fortín CRAV, porque allí están las gradas de madera donde se subieron para posar, y que servían de asientos para los aficionados al fútbol. Otro detalle de la imagen, detrás se ve el muro de albañilería perimetral del estadio que cayó por los terremotos del 60 y que después se lo reemplazó por una pandereta. La Segunda Compañía de Penco fue creada el 13 de marzo de 1942.

            Resulta interesante destacar que las bomberas, en traje de parada, no usaban cascos como sus compañeros varones, sino que lucían una simpática gorra con aspecto de un fez, que de seguro sujetaban con pinches, con el número 2 al frente. Los bomberos segundinos estaban equipados con un carro porta escalas. Es posible que ellas no hayan tomado parte en el combate directo contra el fuego, pero sí haber asistido a sus colegas voluntarios en la logística y el apoyo.

          Nuestra Adelina Rodríguez seguirá siendo en la historia la primera mujer bombera del país, hasta que no se pruebe la existencia de otro nombre femenino en las filas de bomberos anterior a 1943.


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Nota de la editorial: agradecemos la información y las fotos proporcionadas por los bomberos señores Manuel Sandoval y Julio Rodríguez.

LAS BUENAS TORTILLAS CON AJÍ Y OTRAS HISTORIAS PENCONAS

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          Podríamos hablar de las costumbres penconas y también de sus reveses.

      El tren chillanejo que pasaba por Penco minutos después del mediodía en particular los sábado traía comerciantes de productos comestibles de todo tipo. Entre ellos, las vendedoras de pan amasado y tortillas que abordaban el tren en Dichato o en Menque. Las mujeres bajaban al andén en la estación de Penco y vendían durante los minutos que el tren estuviera detenido. El trabajo era rápido porque la demanda así lo exigía. Las vendedoras ofrecían a los clientes agregar ají molido adobado con cilantro y sazonado que ellas llevaban en un plato. A veces, la gente hacía cola. En una ocasión la señora Inés Braun con unas visitas aprovecharon la pasada del chillanejo para comprar ese pan, de fama sabroso, luego de disfrutar de unas horas matinales en la playa. Recibieron su pan envuelto en un papel y vieron que detrás de ellas el maquinista del tren esperaba su turno. Era un gigantón de pelo desordenado y gruesos bigotes, sus guantes de carnaza engrasados los tenía debajo del brazo. El hombre tomó su pan y agarró rudamente la cuchara del plato, le echó dos cucharadas de ají y una tercera cucharada se la llevó a la boca y de ahí la devolvió directo al plato... Esta acción carente de toda delicadeza de parte del maquinista resultó traumática para la señora y sus visitas. Ya nunca más pensaron en agregar de ese tipo de ají a sus panes, según comentaron mucho después.

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        El fundo Coihueco tenía un cuidador, un señor de apellido Troncoso, quien residía en las casas que había junto al antiguo

molino, situadas en una pequeña loma al final de la calle Maipú, más allá del último puente sobre el estero Penco. Troncoso recorría el predio en su hermoso caballo alazán, cerro arriba y cerro abajo en su función de cuidador. Agreguemos que tenía un perro por compañía, ¡cómo no! Nos cuentan, como parte de la anécdota, que esta persona tenía una afición a beber. Si en alguna oportunidad se le pasó la mano, no lo sabemos. Así que omitiremos ese detalle para no ofender gratuitamente su memoria. Dicen, que el perro cuidaba los intereses de Troncoso y su caballo cada vez que, digamos, se prodigaba un poquito en las copas. El can no dejaba que nadie se acercara a su amo hasta que aquel recuperaba la compostura. Pero, había algo más. En una ocasión estando en una propiedad allá por el cerro Copucho y cuando quiso regresar, Troncoso tuvo que subir con ayuda de otras personas a su alazán. Y he aquí que el caballo no quiso salir del lugar. Nuestro hombre balbució que había que darle un poco de vino a su cabalgadura. Así lo hicieron. Y sólo cumplido ese requisito, el alazán inició “engallado” su regreso a Penco. O al menos eso se contaba.

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       Había casas que disponían en su patio trasero de un horno de barro. Si bien no todos tenían este implemento para cocinar, no era

una rareza en Penco. A sólo algunos pasos de mi casa, una familia había construido uno y lo usaba con poca frecuencia. Ese horno descansaba sobre una plataforma con cuatro postes. El domo quedaba a un metro de altura. Se operaba de la siguiente manera. Se hacía fuego en su interior y se le agregaba harta leña. Al cabo de un rato, el horno se calentaba de tal forma que la cara interior de los ladrillos adoptaba un color blanquecino. Entonces se retiraban las brasas y se barría la base con una escoba de ramas. En seguida se ubicaban los panes, las empanadas o el trozo de carne según fuera el caso. La única puerta del horno de cerraba con una lata y sobre ella se ponía un pedazo de saco mojado. Lo demás era cosa de esperar un rato y retirar los productos cocidos o asados, listos para consumirlos.

       Una familia de apellido Gajardo era la propietaria del horno que menciono. Ellos no tenían problema en facilitarlo a sus vecinos más cercanos cuando éstos estaban de antojos de comer empanadas cocinadas en horno de barro. Sin embargo, hubo que echarlo abajo por dejarle la pasada a un desagüe en construcción. Los albañiles —el maestro Perico y su ayudante el Pirata— no lo pudieron salvar pese a todos sus esfuerzos tanto por hacer el ducto como para no tocar el horno que se interponía en la línea del desagüe. Fue una lamentación.

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Comentario: estos relatos los preparamos con el aporte de Manuel Suárez, secretario de la Sociedad de Historia de Penco.


HISTORIAS DE LAS BANDAS DE PENCO QUE ACOMPAÑAN LA PROCESIÓN

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NOTA DE LA EDIORIAL: Nuestro colaborador Abel Soto Medina investigó en una edición de 1962 de la revista refinera Pan de Azúcar y relacionó dos textos aparecidos allí sobre instituciones penconas: las procesiones de la Virgen en Penco y en Lirquén con la banda de músicos de CRAV y otras. El resultado en muy interesante, las bandas aportan carácter son sus sones. Igualmente merece señalar que como fruto de este trabajo queda de manifiesto que muchos de los contenidos de aquella desaparecida revista testimoniaron el interés de los habitantes de Penco por la historia local y nacional, un hecho que ha estado siempre presente en la comuna. 

Investigación y recopilación de ABEL SOTO MEDINA.

Escena que en Penco es un clásico, la imagen de la Virgen durante una procesión de noviembre.

           

           Dice Pan de Azúcar en su crónica:

       «La imagen de la Virgen del Carmen tiene más de 319 años (en 1962). Data de la Parroquia San Agustín de Penco, en donde se fundara la primera Archicofradía de esta devoción que existió en Chile, antes del traslado de la ciudad.

       Un pergamino que se conserva entre los archivos del Convento de San Agustín, dice lo siguiente:

          “La devoción de los fieles fundó en este convento una Hermandad de Nuestra Madre Santísima del Carmen, siendo fundadores nueve sujetos, los más principales de la ciudad; haciendo cabeza el señor Marqués de Baydes, Gobernador y Capitán General de este de Chile, y obtenida la licencia del ordinario, se establecieron las constituciones y firmaron en 15 días del mes de abril de 1643, con escritura otorgada ante Diego González de Guevara, escribano público.
         “El licenciado don Pedro de Unzueta y Guevara, Canónico de esta Ilustre Iglesia de la Catedral, y don Miguel Cárcamo de la Lastra, Caballero de la Orden de Santiago y Contador de las Reales Cajas, ambos diputados de esta Santa Hermandad, presentaron al Ilustrísimo señor Diego de Zambrano y Villalobos, dignísimo Obispo de esta ciudad, pidiendo se sirviese su señoría Ilustrísima de confirmarla y constituirla en Cofradía, y se sirvió de confirmar sus constituciones, como consta de su despacho en once días del mes de Diciembre del año 1664.I.N.Emo.P. Alejandro VII confirmó como consta en la Bula despachada en 20 de Junio de 1662 concediéndose cinco Jubileos perpetuos a los Cofrades”.
          Más tarde, la Virgen del Carmen fue consagrada Reina de Chile».

       Cómo podemos apreciar, que los encargados a través de éstas notas iban enriqueciendo los conocimientos de la historia de Penco poniéndola a disposición de los lectores de la revista, y cómo aporte sólo de complemento a la nota principal, podemos agregar que la Virgen del Carmen, en Chile también se le llama Chinita,              Reina del Tamarugal, Madre de Chile o Carmelita.
         La adoración mariana, proviene de España prácticamente en los albores de la llegada de los españoles a Chile, pero se le atribuye a los frailes Agustinos haber traído su imagen, y en el proceso de emancipación en Chile, se le fue reconociendo como la Patrona de Chile, siendo el General Argentino José de San Martín quién reconoció en ella el título de Patrona del Ejercito de los Andes, y nuestro Libertador Bernardo O”Higgins la nombró Patrona y Generala de las Armas Chilenas. En 1926 en una ceremonia con la participación masiva de feligreses el legado pontificio Monseñor Benedicto Aloisi Masella la coronó como Reina de Chile.
        Penco, como lugar y por los españoles que llegaron siempre demostraron su admiración a la Virgen. Según se habla en algunos escritos, en medio de una de las batallas con los aborígenes, y en los instantes en que iban a ser exterminados los invasores, apareció en los cielos la imagen de la Virgen, que ahuyentó a los araucanos, salvándolos de una muerte segura. Ése signo de protección quedó grabado y los españoles empezaron a adorar el lugar que hoy conocemos como la Virgen del Boldo.

         LA BANDA CRAV

        Otro de los temas que se destaca en la revista, está dirigido a la Banda Crav, que hace notar la brillante actuación que realizaron durante las últimas Fiestas Patrias (1962), donde sus integrantes usaron uniformes militares, dando un plus especial a su presentación, y que, a juicio del editor, fue una actuación notable y que será recordada con cariño por el pueblo de Penco.
       Hablando de la banda es considerada como una Escuela de Músicos, y se estima que más de 200 integrantes, que, por el hecho de haber pasado por ella, ha significado a algunos hacerse profesionales, y a otros un buen desempeño en la escuela o de satisfacción personal. Se acota que en el año 1930, se adquirió el primer instrumento, y desde ésa fecha la Banda ha estado entregando músicos a la Armada y al Ejército, la mayoría con aficiones musicales que comenzaron desde niños, que luego con las obligaciones militares, son seleccionados para integrar bandas de las respectivas unidades. Es así, que en Punta Arenas se encuentra Carlos Martínez y Víctor Pantoja, En Valparaíso, Agustín Aragús y Carlos Quintana, en el Conservatorio de Santiago Gustavo Herrera, que integra la sinfónica, Roberto Venegas está en la Escuela Capitán Ávalos, Manuel Riffo, luce las jinetas de Suboficial y Director de la Banda del Buque escuela Esmeralda, en la Artillería de Costa Talcahuano, están M Guzmán, Pedro Moraga, M Valderrama, M Figueroa, P Basso, J Contreras e Iván Jara, todos ellos en ocasiones vienen a reforzar la banda. Dirigen con todo acierto el profesor, señor Bruno Vega y el Director es nuestro conocido amigo don José Candia, de dilatada y brillante labor en el conjunto musical pencón. Con éstas últimas palabras se cierra la nota de la Revista Pan de Azúcar sobre la Banda Crav.
           

Una procesión del 8 de diciembre en Lirquén. A la izquierda, la banda de músicos y a la derecha la imagen de la Virge María toda rodeada de nardos.

          Los dos temas tratados por los editores de la revista, pareciera no tener vínculos entre sí, pero con el correr de los años se han ido uniendo sin querer, es verdad, yo no registro en mi niñez y juventud haber visto acompañar a la Banda Crav cómo institución haber estado presente en las Procesiones de la Virgen del Carmen, pero si lo hacían sus músicos, que en forma personal se transformaban en feligreses que querían rendir tributo a la Virgen, acompañándola en su peregrinar por las calles de Penco los noviembre de cada año, de éstas improvisadas bandas, las que más recuerdo son Los Amigos de la Virgen y la Banda del Pueblo, que eran integradas por diversos músicos provenientes de bandas, grupos musicales y aficionados a los instrumentos de viento o percusión, cada pencón tiene en su mente a tal o cual vecino que tocaba trompeta, caja, tambor, tuba, clarinete, bombo, platillos, etc. Todos esos músicos muchas veces anónimos son los llamados a dar con sus sones el glamour y emotividad a la Procesión de la Virgen del Carmen o de Purísima en Lirquén cada 8 de diciembre, es así que ésta nota nace para rendir un homenaje a todos los pioneros de la ex banda crav, , vaya un recuerdo para todos ellos, los que ya no están en ésta vida terrenal, y a los que continúan y se dejan ver en las procesiones citadas, me asiste a mi mente, un señor de apellido Careaga de Playa Negra, Francisco Alarcón, al amigo Aillón con sus redobles en la caja, a los Martínez, Reyes, Abdón Mora, Tuco Barra, Sierra, Latorre, los Fierro, y tantos otros que bien se podrían agregar a este simple homenaje; pero, con el ahínco de querer resaltar a todas esas personas que por afición dieron grandes satisfacciones a las actividades recreativas de todo un pueblo. Eso sí, debo reconocer que son sólo reminiscencias de un pasado que para la literatura se llama Historia.
 

La página de Pan de Azúcar, que inspiró el presente post.
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Revisión de estilo, NPalma.

EL RICO SABOR DE PENCO EN EL SIGLO XX

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Suculento lomo a lo pobre.
     El plato más top, más conspicuo que se ha consumido en Penco es el bistec a lo pobre, antes y hoy. En esos años consistía de una porción de carne frita de res, el corte bien podría ser lomo vetado. Iba acompañado de cebolla frita dorada, papas fritas –french fries– y dos huevos también fritos coronando la presentación. Ni decir lo sabroso que es semejante menú, que por su abundancia apenas lo podía contener un plato bajo. El bistec a lo pobre se preparaba en casa para situaciones especiales, un par de veces al año. Igualmente estos platos estaban incluidos en las cartas de restaurantes como El Oriente, el Club Radical, el Club Deportivo de la Refinería, el Sindicato de Empleados de Fanaloza, el Paragüita, La Posada del Roble o donde la señora Selfa. 

       La harina tostada también se usaba en la cocina como un ingrediente importante en la merienda de un tipo de almuerzo. Esa harina aromática y deliciosa se la mezclaba con agua hirviendo en una sartén, aliñada con sal, ajo y especias y se le agregaba bastante manteca de cerdo. Este preparado se revolvía hasta que adquiría consistencia y un tono rubio oscuro. Para servir, en la base del plato se ponía cebolla frita, encima una porción importante de la pasta de harina tostada sofrita a la que se le daba la forma de un molde y sobre ella un huevo frito, como la guinda de la torta. Gran plato pencón para días difíciles.

         Los interiores (las vísceras de una res o un cerdo) se los usaban como sustituto de los cortes de carnes para preparar platos más económicos. La pana, por ejemplo, se convertía en un sabroso bife. Este plato era muy bien recibido en los almuerzos. Acompañada con papas cocidas iba perfecto. La pana (hígado) adquiría una textura crujiente en la boca, como una galleta, dependiendo del tiempo de fritura. Se requería de harta ensalada para pasarla porque su sabor satura de súbito el paladar. Esa es una desventaja.

         Los sesos (cerebro) de res. En las carnicerías penconas se presentaba este producto en azafates de aluminio sobre el mostrador, eran requeridos para guisos singulares. Por ejemplo, el budín de sesos era aterciopelado en la boca y muy sabroso. Con pan remojado en leche se preparaba una pasta a la que se añadían los sesos cocidos. El guiso se cubría con queso parmesano y se ponía al horno en un pyrex y el resultado se servía en platos bajos en porciones rectangulares. También había que acompañar con ensaladas para atenuar el sabor algo persistente.

Guatitas de res.
          Las guatitas, que no eran aceptadas por todos en la mesa por su aspecto de toallas, en Penco eran un remedo de los callitos a las madrileña. Con arroz, las guatitas venían muy bien para sus adeptos. Sin embargo, durante la preparación tenían la desventaja de pasar toda la casa porque el olor que desprenden sus vapores durante la cocción es demasiado penetrante.
         Los riñones de res también despedían harto olor fuerte en la cocina cuando hervían. Por la naturaleza de su función original tienen fanáticos y quienes los rechazan. Aquí no hay términos medios. Los riñones al jerez bien preparados podían arrancar aplausos en el caso de sus adeptos.  Servidos al plato presentaban el aspecto de una crema con trocitos de carne marrón. Sin embargo, prepararlos era una larga función por los distintos tipos de lavados a los que había que someterlos para alejarles el tufo. En esta labor se usaba mucho vinagre, jugo de limón y abundante agua para dejarlos limpios y tiernos. 

Riñones de res.

         Como decíamos, estos productos se vendían en las carnicerías, que eran atendidas por sus dueños. Don Manuel Ulloa, por ejemplo, tenía su carnicería en la esquina de Las Heras con El Roble. Buen humor irradiaba don Manuel y atendía con entretenida conversación a su numerosa clientela. Gastaba bromas como por ejemplo cuando le pedían que les vendiera riñones. «No puedo venderlos, me sirven todavía». O, cuando le pedían sesos. «Déjeme, voy a pensarlo». 

          Otra carnicería estaba a una cuadra de distancia en Freire con El Roble, se llamaba El Torito. Junto al nombre su dueño ordenó dibujar la cabeza de un buey de pelaje negro con cuernos bien largos. Antonio Figueroa administraba uno de estos negocios en Cochrane con Alcázar. Había, por cierto, más carnicerías en Penco y Lirquén. Juan Wong, con su negocio en calle Freire al llegar a Maipú. Eduardo «Ñato» Careaga, Nano Parra, Guillermo Araya y otros. Los carniceros no atendían público cuando despostaban las piezas que le llegaban desde el matadero de propiedad municipal. 

          El servicio de distribución de carnes en toda la comuna la cumplía un señor conocido como don Lito, quien manejaba un camión de color rojo. La carrocería interior estaba revestida de hojalata, tenía una barras de acero en el techo donde se colgaban las piezas en gruesos ganchos para su traslado. El mismo don Lito descargaba la carne del camión y la llevaba sobre sus hombros para entregarla al carnicero, servicio a domicilio.

          Las pantrucas o pancutras (dicen que las dos maneras de nombrarlas son correctas) también eran un plato recurrente en Penco. Las pancutras son una variante chilena de las pastas italianas. Y las pastas italianas, como ellos mismos afirman, fueron un invento creativo para ocultar de mejor forma la pobreza. Las pizzas, por ejemplo, originalmente eran hechas con masa de harina flor, pero las madres italianas adornaron al pan agregando algo de queso y unas rodajas de tomate, les buscaron la mejor presentación posible  para llevarlas a la mesa y engañar a los niños en el almuerzo con algo novedoso. Bueno, una cosa parecida ocurría en Penco. Las mamás que cocinaban pancutras se preocupaban por hacerlas más atractivas. Amasaban la harina flor, las extendían lo más delgada posible con un uslero. Al mismo tiempo preparaban un caldo de changayes (bivalvo pencón de la familia de las almejas), con verduras, por ejemplo. En otras casas el caldo lo hacían con huesos de pavos, cuya carne asada había sido consumida la víspera y así numerosas opciones de caldos. Entonces les agregaban las pancutras cortadas en forma triangular directamente a la olla. El plato se servía con cilantro picado. Para chuparse los dedos.

        El charquicán de pescada seca fue también plato favorito de 

Pescada seca.
muchos pencones. En realidad el ingrediente más importante era un charqui de pescada o de merluza, especie muy abundante en la bahía en aquellos años. Los filetes con pellejo se secaban al sol colgados sobre alambres de púas de los cercos. La familia Oliveros, que disponía de una bodega en el sector de Gente de Mar, tenía este producto para la venta. En las casas las pescadas disecadas al sol había que machacarlas con un mortero o un martillo. De ese modo, la carne de la merluza cambiaba su color rosado de presentación a blanco y quedaba mucho más suave antes de cocinarla. Como no era cara, la pescada seca salvaba muchos almuerzos necesarios en Penco, en especial en invierno.

...en otro posts continuaremos con la cocina pencona del siglo XX.

EL 14 DE ABRIL DE 1976 FUE EL DÍA MÁS AMARGO DE LA REFINERÍA DE AZÚCAR DE PENCO

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        Esa mañana de abril ‒día miércoles 14‒ de 1976 debió ser una experiencia llena de incertidumbre en Penco, cuando el primer turno de trabajadores se presentó como era habitual en las puertas de la refinería para ingresar a sus labores diarias. Las entradas de la fábrica permanecían cerradas y nadie desde el interior informaba nada. Los trabajadores se miraban unos con otros porque se dieron cuenta que aquello, que ya era un secreto a voces, se había convertido en una realidad: el cierre de la planta refinadora de azúcar de Penco. Trescientas treinta y seis personas habían perdido sus empleos... Así terminaba una historia inmensa para la comuna de Penco que se había iniciado noventa años antes, en 1886, cuando Teodoro Plate y su socio Óscar Mengelbeir comenzaban la construcción de los edificios industriales de la refinería en esos terrenos que para entonces eran puro campo. En cierta medida ambos empresarios seguían la línea productiva que ya había ensayado con éxito en Viña del Mar el comerciante alemán Julio Bernstein, 13 años antes, en 1873.

         Para entonces toda el azúcar que se consumía en Chile era importada. Anualmente a nuestro país, de poco más de dos millones de habitantes, ingresaban 25 mil toneladas de azúcar en todas sus formas, cruda y refinada. Ese producto alimenticio era caro, por lo que mucha gente endulzaba sus bebidas frías y calientes agregando un poco de miel. Benjamín Vicuña Mackenna dijo en su libro De Valparaíso a Santiago que los patriotas tomaban mate y aguas perras desabridas, haciendo referencia a lo exagerado del precio, pero al mismo tiempo criticando a los importadores que lucraban con el azúcar y que no querían por ningún motivo que el producto se refinara en Chile. Del Perú llegaban tres tipos crudos: la chancaca, la azúcar moscabada (de color oscuro y textura pegajosa) y azúcar prieta. Estas dos últimas comenzaron a procesarse en Viña del Mar y después en Penco. La distribuidora Duncan Fox traía azúcar refinada de Alemania: la llamada azúcar hamburguesa.

AFICHE DEL DOCUMENTAL "Así fue
la Refinería de Penco".

         Cuando partió la refinería de Viña en 1873 ocupó a 300 trabajadores que laboraban en tres turnos, un grupo importante de ellos eran jóvenes adolescentes que se dedicaban a empacar el producto terminado, los adultos se desempeñaban en los procesos de refinación.

         La empresa viñamarina participó exitosamente en la primera feria exposición de Santiago en 1884. Allí obtuvo el primer premio por la calidad de su azúcar frente a la producción importada. Fue a partir de entonces que el estado a través del gobierno realizó ensayos de protección arancelaria para apoyar a las industrias nacionales.

         Siempre se toma  como referencia del inicio de la refinería de Penco el año 1886, porque de seguro fue cuando el proyecto tomó cuerpo y se comenzó a levantar parte de la infraestructura básica. Pero, los trabajos en el puerto se habían iniciado tres años antes con la construcción del muelle, en la proyección de calle Talcahuano. Fue en 1883 que se lograron los permisos. Sin duda que al mismo tiempo debía hacerse el tendido ferroviario entre el cabezal del muelle y la fábrica a todo lo largo de esa calle, cruzando Freire, Las Heras y O'Higgins. Para esto último, baste añadir que el ferrocarril todavía no llegaba a Penco. La extensión Concepción-Penco comenzó a operar en 1889 y el terminal de trenes estaba en Playa Negra. O sea, en un breve tiempo, la ciudad tuvo un tren urbano propio.

         Para refinar azúcar (en realidad lavar azúcar) se necesitaba agua. Para este fin, la fábrica contaba con dos fuentes naturales: el estero Landa y el estero Coihueco (estero Penco). El primero abastecía el consumo de hogares de trabajadores y el segundo, el proceso industrial. Se construyó un tranque en el fundo Coihueco para acopiar. El agua se conducía utilizando el antiguo canal que anteriormente sirvió al Molino, situado al fondo de la calle Maipú. En ese punto, en la puerta del fundo, se hizo un gran estanque justo donde terminaba el canal. Desde allí se bombeaba el agua por un ducto que corría soterrado paralelo al estero y subía la cuesta por calle O'Higgins para caer después hasta la planta refinadora. La merced de uso del flujo del estero Penco lo concedió la Intendencia de Concepción en 1888. Gracias a ese permiso solicitado con gran respeto por el señor Plate (dijo en su carta al intendente: “suplico a usted la concesión”.), la refinería lanzó al mercado su primera producción en 1889. Para entonces el muelle estaba funcionando, los lanchones de madera que eran arrastrados por remolcadores para desembarcar el azúcar desde buques cargueros (por lo bajo del fondo no alcanzaban a atracar en el muelle) provenientes del Perú y otras partes. Los lanchones descargaban a carros de ferrocarril que llegaban hasta la punta del muelle y después una locomotora los llevaba a la fábrica.

         El carbón que se utilizaba como fuente de energía de la industria provenía de Lirquén y Cerro Verde. De seguro también era llevado en lanchas hasta ese muelle.

DON FERNANDO SILVA SEGURA, a sus 97 años (el más longevo de los ex refineros de Penco) vio con emoción anoche el video de la Refinería en su casa de Las Condes, en Santiago.

          La refinadora pencona llamada Refinería Sudamericana de Azúcar de Penco fue adquirida por la empresa CRAV de Viña del Mar en 1924. Al momento de cerrar CRAV en 1976, ambas plantas refineras producían 8.000 toneladas de azúcar, con origen de caña. Iansa, la gran competidora, producía 10 mil toneladas a partir de remolacha.

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Fuentes: 

Revista CRAV 50 años (1937). Una copia de esta publicación está en el Museo de la Historia Penco.

El documental "Así fue la Refinería de Penco" se puede ver en el sitio web del Museo de la Historia de Penco.

Las autoridades políticas y empresariales de la época justificaron el cierre diciendo que obedecía a la obsolescencia de la industria. La refinería era muy antigua para los tiempos y que por eso se volvió ineficiente, eso dijeron. (Diario El Sur, 1° de marzo de 1976).



LA DULCE SONRISA DE UNO DE AQUELLOS NIÑOS DE PENCO

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GUILLERMO NOURDIN (74)
QEPD
     De Guillermo sólo podría hablar con propiedad de nuestros tiempos felices, de cuando éramos niños e integrábamos una pandilla que no tenía un líder y que se congregaba a fuerza de vernos todos los días. Los poetas dicen que los niños felices sonríen espontáneamente. Y así éramos todos. Todas las sonrisas son lindas, dulces. Pero, sin duda la sonrisa más bella que recuerdo de entre todos aquellos niños, era la que se dibujaba en el rostro de Willie...

        La familia de los Nourdin Bueno la formaban la madre, una mujer rubia, de ojos azules enormes, llana y conversadora, proveniente de Coronel. El padre, el señor Nourdin de ojos claros, corpulento, amante de las motos. Conducía una Harley Davidson y en ella tardaba siete minutos en ir a Concepción. Los hijos eran: Silvia, la mayor, rubia, pálida, fina y delgada, murió siendo muy joven; seguía Milton, un muchacho de pelo oscuro, no de gran estatura, muy amistoso a quien le encantaba el ciclismo. Tenía una hermosa pistera; también dejó este mundo en plena juventud. Y el tercero era Guillermo, el último de los Nourdin Bueno que se nos ha ido este otoño triste y hermoso.

       Debido a que los miembros de su núcleo familiar fallecieron en un tiempo relativamente breve y cuando él era un adolescente, Willie quedó sólo y tuvo que madurar rápido, se educó a sí mismo y siguió adelante, luchando, preparándose para el futuro. Él supo antes que el resto de los miembros de la antigua pandilla de niños que la vida no venía fácil.

     Pero, volvamos a los tiempos felices, a los tiempos de las sonrisas. Como casi todos los de nuestro enclave: los dos pabellones de madera de Alcázar con Freire, ingresamos, unos antes otros después, a la brigada scout Armando Legrand, fuimos scouts. En la formación Willie destacaba por su porte, su facha y el sombrero verde de tipo Banden Powell, parte de nuestro uniforme. El ala de su sombrero iba siempre muy bien planchada y los cuatro pliegues de arriba permanecían en simetría perfecta. Parece que lo veo marchando con toda nuestra brigada por las calles de Penco con su báculo al hombro, coronado del gallardete o la pequeña bandera bandera chilena en corte triangular. La mayor de las veces, la jefatura lo designaba para portar el estandarte, el más alto sitial al que podía aspirar un scout que no perteneciera al staff.

         También practicó el fútbol. Un punto a favor era su delgada figura de entonces, corría rápido, se ubicaba bien en la cancha. Discutía en forma acalorada contra el árbitro cuando advertía un cobro injusto. Defendió la camiseta del Atlético. Entre sus virtudes tenía una personalidad firme. Era franco y directo.

         Sin duda amó a Penco y decidió hacer su vida en el ámbito de la comuna en la que creció y se hizo hombre. Mis recuerdos acerca de su persona, de los que he dado una somera pincelada, se remiten únicamente a los tiempos de la niñez y de la adolescencia. Ya mayor, Willie contrajo matrimonio con Marita, también ella vecina e integrante del grupo de niñitas que jugaban aparte y miraban de cerca las "proezas" de nuestra pandilla inolvidable. Esos fueron nuestros años felices y Guillermo nunca abandonó nuestro grupo. No te hemos olvidado ni te olvidaremos amigo. Adiós “Casey Jones”.

ALTAS AUTORIDADES EDUCACIONALES INAUGURARON LA ESCUELA SATÉLITE DE LA REFINERÍA PARA JÓVENES APRENDICES EN 1962

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 Texto y compilación Abel Soto Medina

       A raíz de la exhibición del video a través del Museo de Historia de Penco, y la conducción de su autor Nelson Palma, he considerado seguir escribiendo las páginas de la revista Pan de Azúcar N° 96, de noviembre de 1962, quizás para ratificar hechos o tratar de responder a algunas preguntas hechas mientras se desarrollaba el programa, especialmente me referiré a lo indicado por Julio Zambrano sobre la Escuela Satélite, que estaba al lado de la escuela Italia, al respecto comento.:
          «La Universidad Técnica Federico Santa María, de Valparaíso, la Refinería de Azúcar de Penco, y la Fábrica de Tejidos Caupolicán de Chiguayante, inauguraron oficialmente dos escuelas satélites en la provincia: Penco y Chiguayante, con el fin de preparar obreros especializados para la industria.
                «La Escuela de Aprendices Industriales de CRAV Penco, es dirigida por el Jefe de Mantención Ingeniero Sr. Sergio Emparanza.
       «Al acto de inauguración concurrieron el rector de la Universidad Técnica Federico Santa María, Sr Carlos Cerutti; el vicepresidente de la misma Universidad y Presidente de Crav Sr. Jorge Ross; Dr. Ignacio González Ginouvés, Rector Universidad de Concepción; el intendente Sr. Esteban Iturra Pacheco y otras Autoridades locales y provinciales.
            «La ceremonia se realizó en la sala de actos de la escuela 69 e hizo uso de la palabra el Administrador Sr. Raúl Guillet, destacando la enorme trascendencia que tendrá para las familias del personal Crav. Luego habló el Director de la Escuela Sr. Sergio Emparanza, destacando que la industria necesita contar con maestros con estudios y prácticas para operar maquinarias. Seguido el Sr. René Contreras Presidente del Sindicato Industrial Crav destacando que esa realización era una idea que se venía a concretar. Otra de las personas en hacer uso de la palabra fue el Sr. Jorge Ross, en su doble calidad de Vicepresidente de la Universidad y Presidente de Crav, dice hace poco cuando se inauguraba la Población Desiderio Guzmán, indiqué los deseos de la empresa en tener una escuela satélite en Penco, con la ayuda de la Universidad algo similar a lo que se había hecho en Viña del Mar, y comprenderán ustedes el agrado que tengo en ver realizada esta obra.
           «Específicamente la Escuela Satélite impartía enseñanzas prácticas con clases en los talleres que estaban a cargo de los maestros especializados, en las áreas Taller Eléctrico, Elaboración, Maestranza. También los estudiantes de la Universidad de Concepción impartían clases teóricas en las especialidades de ingeniería mecánica, ingeniería comercial, matemáticas, dibujo técnico y física, aparte de instrucción de cultura General y Educación Física, sus horarios eran de 18,30 hrs a 20,30 hrs de lunes a viernes, su sigla era ESA».
             Hay una fotografía (arriba) en que aparece un soldador, y se hace mención que está cumpliendo orden de su jefe don Rodolfo Strasser.
             Otro tema, es el Sindicato Industrial Crav, que en ése mes de octubre (1962), se celebraron los 33 años de su fundación, acontecida el 08 de octubre de 1929 y recuerdan a los formadores, Presidente Sr. Víctor Salgado, Secretario Sr. Carlos Rossi, Tesorero Javier Ocampo, Directores Eugenio Palma y Florentino Durán.
Se habla sobre las conquistas logradas por el sindicato, como: Indemnización por años de servicios, bono arriendo, ayuda matrimonial; ayuda estudiantil, ayuda mortuoria, atención médica y dental, casas, ayuda para construir y adquirir un bien raíz, etc.
Se hace mención a la pertenencia del fundo La Rinconada, que los sindicalizados deben sentirse orgullosos de poseer ése fundo, y que se están realizando trabajos para que los socios puedan veranear en el lugar. También hablan de la Solidaridad del sindicato frente a sus socios o ex trabajadores cuando los afecta alguna desgracia todos ellos van en su ayuda, misma situación han realizado a otros sindicatos cuando éstos han estado en huelgas prolongadas. Sienten mucho orgullo el haber logrado un Mausoleo y de tener una propiedad en calle Freire que va a donar para que se levante una escuela industrial.
         En un punto especial registra un espacio para quienes jubilaron ese año, y aparecen 5 fotografías de Mujeres Obreras y 5 Varones, cabe destacar que el sindicato dentro de las actividades de aniversario, se encuentra una Cena dónde se distinguirán a quienes dejan sus actividades laborales  a Doña Filomena Turra 46 años de servicios, Doña Carmela Chávez, 40 años; Doña María Barrena, 32 años; Doña Sara Ulloa, 31 años; Doña Clementina Mardones, 22 años; dentro de los varones a Don Jose´del R. Torres, 52 años; Don Juan de Dios Paredes, 48 años; Don Matías Valdivia, 40 años; Andrés Figueroa, 30 años, Don Selin Pérez, 28 años.

          A dicha cena se destaca la presencia del Sub Gerente Don Desiderio Guzmán, quién a petición de los asistentes en un momento hizo uso de la palabra, agradeciendo la invitación y lo satisfactorio para él el participar con los trabajadores del sindicato y todos los presentes, hacemos notar también que estuvieron los ejecutivos señores Raúl Guillet, Sergio Emparanza, Galo Giménez, Ernesto Vizcaya, Jorge Hiriart, todos acompañados de sus señoras, dentro de las cuales se nombra a: Susana Bebin de Gúzman, Adriana Bebin de Guillet, María de Hiriart, aunque no se nombra se encontraba la futura Alcaldesa de Penco (designada) Betriz Altamirano, acompañando a su marido Sr. Ernesto Vizcaya. El maestro Ceremonia, fue don José Márquez quién junto a los Dirigentes Contreras y Nova, tuvieron destacada participación en la organización del evento. Hicieron uso de la palabra el Presidente René Contreras, Don Raúl Guillet, Carlos Salazar a nombre del sindicato de empleados. El ritmo para bailar estuvo a cargo de los señores Domingo Martínez (Saxofón), el Sr. Serra (Piano) y el Sr. Guillermo Reyes (trompeta).
         Para cerrar la nota comentaré que Pan de Azúcar, disponía de una página de Vida Social, en ésta ocasión registran los nacimientos de Hermenegildo Leonel, hijo de don Luis A. Mora y de Barbarita Durán; Jaime Bernardo, hijo de don Carlos Ruiz y de María Ruiz; José Manuel, Hijo de Felindo Vergara y de Berta Gutiérrez; José Segundo, hijo de don José M. Bustos y de Rosa Elena Pérez; Juan Carlos, hijo de don Juan Hernández y de Silvia Torres; Héctor Daniel y Guillermo Javier, hijo de don Armando Oviedo y de Nelly Aedo; Francisco Segundo, hijo de don Francisco Serra y Gladys Saavedra; Margarita del Rosario, hija de don Benedicto Martínez y de Clara Ramírez. Matrimonios Víctor M. Oviedo y Pascuala E. Careaga; José M. Ibieta y Graciela Oviedo P. También insertan un mensaje que el Sr. Carlos Stowhas Kargus, contador de la fábrica, que su salud está mejorando.

         Finalmente registran tres fotografías en la central. Están las primitas María Giménez G. y Adriana María Guillet, luego las hermanitas Cecilia y Paulina Emparanza, en el acto de primera comunión, y Silvia Angélica Reyes, hija de Guillermo Reyes y de Blanca Pineda.

         Toda esta nota es un complemento a las actividades refineras y testimonios brindados por los ex refineros que evocaron a su querida empresa en la exhibición brindada por nuestro director del blog Penco-Chile en coordinación con el Museo de Penco.
         Abel Soto Medina
         Estudioso de la Historia pencona

ARQUITECTURA E INGENIERÍA QUE APOYARON AL TURISMO PENCÓN

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          Poco antes de la mitad del siglo XX, durante los años de esplendor del hotel Coddou, se hicieron mejoras importantes en el acceso a la playa que incluyó una obra arquitectónica y de ingeniería. Se trató de un muro de unos 3,5 metros de altura que separó la arena de la plataforma de la estación ferroviaria y el tendido de líneas. Esta separación incluía el desnivel indicado y se extendía por unos 120 metros desde La Planchada hacia el sur y tenía tres bajadas a la playa con gradas de igual diseño. La fotografía a la que nos referimos es anterior a la construcción del casino Oriente. La parte superior del muro presentaba una baranda hecha de columnas robustas separadas por 5 balaustres unidos por 3 caños ornamentales de fierro. Ese proyecto no debió ser barato, porque incluso cuando han pasado varias décadas el contrafuerte aún está ahí, salvo los caños de hierro corroídos por el aire salino y las gradas sepultadas por la arena.

           En el espacio que quedó entre las líneas y la baranda, que el concepto urbanístico imaginó una hermosa terraza, se instalaron unos bancos ideados para que los paseantes tomaran asiento para contemplar el mar o los atardeceres.

          Con el paso del tiempo, sin embargo, ese lugar se desvirtuó como turístico y cambió de uso. Las empresas dispusieron de él como si se tratara de una cancha de acopio y ahí descargaron miles de rollizos de madera. Jornaleros los bajaban sobre sus hombros desde carros ferroviarios descubiertos para depositarlos allí por algún tiempo y embarcarlos de nuevo, cuando fuera la ocasión. Esa práctica que se cumplió por unos diez años y aunque de modo inocente afectó los accesos la playa, deteriorando parte del turismo en ese sector del balneario. Como se puede ver, un par de fotos nos pueden contar muchas cosas...

ESTA FOTO de muchos años después muestra la terraza, sin los bancos, que se usó para acopiar madera.

IGNACIO DOMEYKO VISITÓ PENCO EN 1849 PARA EVALUAR EL CARBÓN DE LIRQUÉN Y CERRO VERDE

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  • EL CIENTÍFICO POLACO, NACIONALIZADO, ESTABA INTERESADO EN EL COMBUSTIBLE PARA LA FUNDICIÓN DEL COBRE ATACAMEÑO. 
  • EN PENCO FUE ATENDIDO POR LAS AUTORIDADES. 
  • CONDUCIDO AL FUNDO LAS PATAGUAS PARA UN BREVE DESCANSO, APROVECHÓ PARA CONOCER EL ENTORNO NATURAL PENCÓN.

DON IGNACIO DOMEYKO (1802-1889), arriba a la izquierda. En el centro, su libro 
Jeología; a la derecha un chamanto atacameño y abajo, un trozo de carbón de piedra
de Cerro Verde conservado por Domeyko, luego de su viaje a Penco.
(Foto de Juan Espinoza Pereira).
 

     Por Juan Espinoza Pereira, desde Copiapó

      La historia de los pueblos se entrecruzan, los acontecimientos sociales y políticos se mimetizan, los personajes repiten actuares en ambientes diferentes (o uno cree que se repiten). A veces suele ocurrir que ciertas escenas en que ciertos elementos nos conducen a recordar, hilvanar ideas o asociar conocimientos adquiridos en los libros o, de la vida misma. Es el caso de que mientras preparaba unas lecturas en mi escritorio, de pronto me sorprendí que un trozo de escoria y un libro estaban juntos; empecé a interrogar a cada objeto y las respuestas fueron simples: la escoria había sido recogida hace años atrás en Cerro Verde Bajo, muy cercano donde en el siglo XIX habían fundiciones de cobre y el libro fue escrito por uno de mis personajes que admiro, don Ignacio Domeyko quien recorrió Atacama y Penco. En Atacama he seguido caminando cada huella por donde él anduvo desde la costa de Chañaral hasta la cordillera pasando por el Volcán Santa Inés, Cerro Vicuña, Volcán Ojos del Salado y gran parte de la pre-cordillera que hoy lleva su nombre. El libro en comento se llama “Jeología” y que en una de sus páginas habla brevemente sobre Penco en uno de sus viajes en 1849 y cuyo interés estaba en estudiar la geomorfología de la Bahía de Talcahuano y en particular Penco ya que se especulaba de las riquezas mineras de carbón, y que había sido transmitida por la población aborigen de la zona a los “chilenos.” El conocimiento sobre mineralogía de Domeyko le permitió emitir un juicio lapidario sobre las minas de lignitas (carbón) de la zona:

A) Dos minas situadas en la costa oriental de la bahía de Talcahuano: una cerca de Penco, i la otra no lejos de Lirquén. Su explotación nunca ha dado grandes beneficios i actualmente están abandonadas.”(Jeología. Tomo Quinto, 1903, pág.127).     



          En otros textos del autor (que los he encontrado en Ferias de las Pulgas o librerías de Viejos) nos habla sobre Penco y su visita “obligada”a la Hacienda La Patagua por las autoridades locales para tratar de congraciarse con el académico, pero sí le interesó su caminata a los cerros donde había greda que era utilizada por la población aborigen para hacer sus cerámicas utilitarias (que dicho sea de paso conocí a un mapuche en mi niñez que vendía cacharros de greda en la plaza de Penco) o la zona donde había caolín (cercano a Roa), también estuvo en los cerros donde hoy el capital extranjero ha puesto el ojo financiero en el mineral llamado “tierras raras” siendo tan poco su explotación y tan grande el daño ecológico. Hay un interesante comentario sobre el sector de lo que conocemos como La Cata por su importancia paleontológica donde quedó maravillado. En este punto doy gracias a mi profesor de Historia del liceo de Penco (perdón pero lo conozco así) el gran profesor Salas quien me hizo ver la Cata con la mirada científica caminando y maravillándonos de los fósiles que encontrábamos en el camino y de los cuales no podíamos tomarlos para llevarlos a casa… ”sólo para imaginar cómo era este terreno antes de que los humanos llegaran a la tierra” (grande maestro: estés donde estés).

       Gracias a Domeyko enlazo ahora Atacama con Penco (ojalá no de manera forzada); las minas de cobre de Chañaral de las Ánimas (Atacama) y sus alrededores (Salado y Pueblo Hundido) cuyos dueños eran la familia Edwards, trasladaban desde el malecón de Chañaral el cobre nativo hasta Penco para ser fundidas y transformadas en lingotes de cobre y ser enviadas a Europa, lo más lamentable es que los réditos jamás quedaron ni en Chañaral ni en Penco, pero sí en Santiago y París; es que en ese lugar del país habían minas de lignitas (carbón de piedra) que, aunque de muy baja calidad le permitían fundir el metal; los pequeños barcos a su vez llevaban frutas frescas, papas, verduras y hasta agua pura hasta Chañaral de las Animas. Es lamentable que estos pequeños yacimientos carboníferos hayan desaparecidos y sólo perduren en las memorias de quienes alguna vez jugamos en los socavones de Cerro Verde Bajo y Alto, en Lirquén.

           Ignacio Domeyko también realizó un catastro de la calidad de las gredas de Penco, cuarzo y sílice, minas que luego fueron peticionadas por empresas extranjeras para la confección de loza utilitaria, petición que consta en Boletín de las Leyes del siglo XIX; pero también las recomendaciones del científico permitieron la instalación de las fábricas de ladrillos de muy buena calidad para la construcción.

          Ojalá la crisis sanitaria comience a menguar para recorrer los posibles lugares donde Domeyko caminó o se sentó a descansar para admirar la bahía de Talcahuano desde Penco.

Un abrazo desde Atacama

Juan Espinoza Pereira.

LAS PATAGUAS O LA PATAGUA, letrero de señalética en el camino a
Primer Agua, poco antes del cruce Los Varones, que indica el
lugar donde se tomó un descanso don Ignacio Domeyko. El fundo era
propiedad de don Rómulo Arriagada.


EL RELATO DE UN TROVADOR Y COMPOSITOR PENCÓN: ANDY URRUTIA RIQUELME

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NOTA DE LA EDITORIAL: El siguiente texto, escrito por Andrés Andy Urrutia Riquelme da testimonio de una vida que ha cumplido 50 años: el cariño del hogar, de sus amigos y su pasión por la música. Es la historia de un trovador y un compositor pencón con formación universitaria. El relato fue publicado por Andy en Facebook. Hemos solicitado su autorización para incluirlo en nuestro blog, porque además de las vivencias se desprenden datos históricos de nuestro querido Penco.

POR ANDY URRUTIA RIQUELME

4 DE JUNIO 1971 - 4 DE JUNIO 2021

DIEZ LUSTROS TRASHUMANDO LA EXISTENCIA, HOY MIRANDO HACIA LO PRETERITO, EN LONTANAZA, VEO, LEO Y RECUERDO, CAPITULOS CONCRETOS DE LOS CODICES CANONICOS Y APOCRIFOS, HISTORIAS ETEREAS, PRECISAS, FRECUENTES DE RISAS, MUSICA Y AMBROSIA.

PRIMERA INFANCIA BIENAVENTURADA Y REBOSANTE DE JUEGOS E INVENTIVA DE PARTE DE MI MADRE, TIAS Y TIOS, SOBRE TODO CON MI TIO - PADRE, JOSE RIQUELME, EL CIRCO, LA DILIGENCIA, EL FUERTE CONFEDERADO, EL CINE CASERO CON EL CAJON Y LA AMPOLLETA, LA CARTELERA ERAN HISTORIETAS DIBUJADAS Y COLOREADAS POR SU MANO Y EL NARRADOR SU VOZ.

CRECI JUGANDO EN EL PASAJE DE TIERRA, A LO QUE SE NOS OCURRIA, LA FUNCION DE TITERES, LA MURGA, LA BALSA Y UNA CABAÑA CON CANTONERAS, QUE FABRICAMOS EN CASA DE GENARO EN CALLE ALCAZAR, CON LA ESFERICA DEL FUTBOL TUVE UNA ABREVIADA AMISTAD, PUES NO HABIA SIDO BENDECIDO CON EL DON, ES MAS FUE DEBUT Y DESPEDIDA, NO FUE UNA TRISTE DESPEDIDA, SOLO UNA COMPRENSIVA CONVERSACION Y TOMAMOS RUMBOS OPUESTOS.

EN CASA SIEMPRE HABIA MUSICA SONANDO, SONABAN LAS MAS DIVERSAS Y OPUESTAS MUSICAS, DESDE EL FOLKLORE, PASANDO POR EL ROCK, BOLERO, TANGO, LA PEÑA DE LOS PARRA, LOS INTI ILLIMANI, LOS ILLAPU CON EL CANDOMBE PARA JOSE, HASTA LAS MOVIDAS CUMBIAS DE ANICETO MOLINA.

EL COLEGIO FUE UNA ETAPA DE APRENDIZAJE Y DESCUBRIR EL ARTE Y LOS NUMEROS ARTISTICOS TODOS LOS FINES DE AÑOS EN LA ENSEÑANZA BASICA EN PENCO, DESPUES VINO EL CAMBIO DE COLEGIO, ERA 1981, LOS SAGRADOS CORAZONES, FUE EL ELEGIDO POR MI MADRE, PASAR DE UN PEQUEÑO COLEGIO DE PENCO A ESTA ENORME INFRAESTRUCTURA EDUCACIONAL, DONDE HABIAN ACTIVIDADES EXTRAPROGRAMATICAS DE ARTE, DEPORTE, PASTORAL, EN ESTE COLEGIO CONOCI A MIS PROFESORES DE MUSICA, MIRNA NAVARRETE Y FELIX SAEZ, CON ELLOS ME DESVANDE CON LA MUSICA, PRIMERO BAILANDO EN EL TALLER DE DANZAS, LATINOAMERICANAS Y DESPUES PASANDO A FORMAR PARTE DE LA BANDA MUSICAL DEL TALLER. ERA 1983 Y LA VIEJA GUITARRA COLGADA POR AÑOS COMPRADA EN 1972 EN LA FERIA ARTESANAL, BAJO DESDE ESA PARED INALTERABLE, PARA NUNCA MAS SER ELEVADA AL OLVIDO.

APRENDIENDO GUITARRA, ZAMPOÑA, DESPUES QUENA, UNA QUE ME COMPRO MI MADRE EN SALA STRAUS, PERO EL GRAN PROSCRITO ERA EL CHARANGO, AL PARECER SE COMPLACIA CON ESTE EXILIO MUTUO, EN LA VEGA EL ESFUERZO VENDIAN UNO DE QUIRQUINCHO 10 LUKAS DE ESA EPOCA, MI MADRE NORA, SE LA JUGO PARA COMPRARLO, AL MOMENTO DE HACERLO, EL VENDEDOR SE ARREPINTIO, MI TIO JOSE COMO UN ILUMINADO HABIA EMPAQUETADO UNO EN LA SALA STRAUS, LLEGO UNA NAVIDAD, LLORE EMOCINADO CUANDO NOS ENCONTRAMOS, LA DISTANCIA YA ERA PRETERITA.

LLEGA 1984, LAS PRIMERAS PROTESTAS CONTRA LA DICTADURA, FORMAMOS EL GRUPO ANDINO INTI – RAYMI, ERAMOS 4 ADOLESCENTES QUERIENDO HACER MUSICA, MAS TRIPAS QUE CONOCIMIENTO, MI TIO JOSE NOS ACOMPAÑABA PARA PRESTAR ROPA SI PASABA ALGO, RECUERDO LOS ENCUENTROS CULTURALES EN EL SINDICATO DE FANALOZA Y LA ACTUACION EN EL GIMNASIO MUNICIPAL DE PENCO, CANTANDO CONTRA LA DICTADURA, EN SUS MISMAS NARICES A LOS PARTIDARIOS DEL REGIMEN, CORTANDO LA LUZ EN MEDIO DE NUESTRA ACTUACION. DESPUES VINO TRIGALES, CON EL SONIDO DEL INTI ILLIMANI, CORONANDO A ESAS GAVILLAS CON UN HERMOSO RECITAL EN AGOSTO DE 1991, TAKUARA CON LOS MELLIZOS, TAKIRA CON CARLOS ARANEDA, QUE ES ACTUAL PULLAY.

LLEGA 1991 INGRESO A ESTUDIAR MUSICA A LA UNIVERSIDAD DE CONCEPCION, FUERON 3 AÑOS DE SEDICION EN TODO AMBITO, LOS VIERNES EN LA TARDE CON LAS TERTULIAS MUSICALES PARA CONCLUIR DONDE LA TITA, CANTANDO Y DEGUSTANDO ESA AMBROSIA ALUCINADORA QUE ELLA A VECES NOS NEGABA POR BOCHINCHEROS.

23 AÑOS HABIAN PASADO DESDE ESE PRIMER LLANTO SAETICO, YA NO ESTABA EN MUSICA, PERO TENIA UNA IDEA COMO ESTIGMA NAZARENICO, CAMBIAR DE ESTILO Y POR QUE NO UN FOLK ROCK PROGRESIVO, CIMENTADO POR MI ADMIRACION POR KING CRIMSON, YES, HUARA, Y NACE CANGACEIRO CON ESA PROPUESTA DE METRALLERA SONORIDAD, GRABANDO DOS DISCOS, CON VIAJES AL EXTRANJERO, APARECIENDO EN REVISTAS DE WORLD MUSIC Y MUSICA PROGRESIVA, LAMPREA NACE COMO UN PRIMO DE CANGA CON EL QUE HEMOS GRABADO UN DISCO, EN PROCESO OTRO Y UN VIAJE AL EXTRANJERO, ÑACHE AUTO INVITACION A TOCAR, QUE HA SIDO UN RENACER EN LA LOCURA Y DISFRUTAR DE LOS BENJAMINES.

HOY, CUMPLIENDO 50 AÑOS, PIENSO, RECUERDO Y MIRO HACIA DONDE EL SOL COPULA CON EL MAR Y DIGO: HE HECHO TODO LO QUE ME GUSTA, HE CONOCIDO GRANDES PERSONAS, GRANDES AMIGOS DE MUCHOS AÑOS, ME BIENAVENTURO CON LO QUE HAGO, ME SIENTO QUERIDO POR MIS PARES, HE ODIADO, HE INCREPADO A LOS CIELOS Y AL MUNDO, CON PEÑAS HE SALUDADO EL ORDEN, EL AMOR LLEGO AL MEDIO DIA, NO ME DIO LA FORTUNA DE LA PATERNIDAD, ¿SERA UN SINO ANCESTRAL FAMILIAR?, LOS HIJOS ESTAN, CANGACEIRO Y LAMPREA, SON LA DESCENDENCIA, NO DE ESPERMA VIDA URGENTE, PERO HABLARAN CON SUS MELODIAS EL ACONTECER DEL ILOGICO PATERNAL.

A MI MADRE Y TIOS, AGRADECERLES POR LA IMPRONTA, LA VIDA, EL ARTE Y LA RISA, FUE SACRIFICIO PARA LO MEJOR, SOY UN AGRADECIDO POR LAS OFRENDAS Y DADIVAS CON LAS QUE LA VIDA ME UNGIO, ESTA TRASLACION CONTINUA, ESPERO QUE SEA ACOMPAÑADA POR EL AMOR Y LOS AMIGOS TANTO DE LA MUSICA, LOS SECUACES DE CANGA, LAMPREA Y ÑACHE,COMO LOS AMIGOS DE LA VIDA, TODOS, SON DE TODA LA VIDA.

SALUD Y SALU A LA VIDA, AUN NOS QUEDA CUERDA MIERDA Y C , COMO DIJO EL FLACO DE LA GIBSON.

GRACIAS TOTALES RECH.


TODAS LAS PALABRAS QUE HAY QUE AÑADIRLE A UNA FOTO ANTIGUA

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UNA IMAGEN DICE MÁS QUE MIL PALABRAS puede ser una afirmación acertada, pero en este caso hay que complementar. La foto de Penco de más arriba debería corresponder a inicios de los año 30, a mi entender por las siguientes razones: se observan muchos sitios baldíos. Estos espacios urbanos ya tenían casas en los 50, años que tengo en el recuerdo. Los sitios abiertos que se observan servían para criar animales de trabajo y de corral. La casa esquina de la familia Aburto (N° 3) se ve que remata en ángulo recto, seguramente se dañó con el terremoto de 1939 y la esquina se reedificó cambiando el ángulo por una reconstrucción semi circular, como lo conocimos hasta el 27/f. (Así se veía, como se aprecia en la foto de abajo con la Elbita Aburto en el ángulo derecho).  
        Sin embargo, hagamos un recorrido por la foto, siguiendo el orden numérico. N° 1 Este cerro hoy en día está poblado completamente, alguna vez la gente lo llamó el cerro La Cruz. El fotógrafo que hizo la imagen tuvo la buena idea de escalar un poco, alcanzar el plano superior y así obtuvo esta interesante perspectiva. N° 2 La foto muestra los tejados de la casa esquina de la Rosita Bravo, hoy en día hay allí un centro para dializados. N° 3 corresponde a la casa de la familia Aburto, en la esquina de Las Heras con Alcázar conocida por los vecinos como la casa de la Elbita. Este edificio completo fue demolido después del terremoto de 2010. N° 4 sitio vacuo en Freire con Alcázar donde después del 39 se construyeron los pabellones de emergencia. N° 5 la manzana de Freire con Alcázar y Cochrane. En ese espacio a finales de los años 50 se levantó la población Perú. N° 6 la enorme edificación que se observa y su chimenea correspondieron a la industria de propiedad de Gildemeister, en la esquina de Yerbas Buenas con Blanco. Allí se procesaban huesos para la obtención de subproductos, entre ellos la cola de pegar para carpintería. La fábrica tenía una entrada para el ferrocarril. Dicha variante estaba en la esquina de El Roble con línea férrea. En ese lugar se construyeron en los años 70 los edificios de departamentos Lord Cochrane. N° 7 Esquina de Yerbas Buenas con Las Heras. N° 8 Cerro Bellavista donde actualmente se encuentra el monasterio de Las Trinitarias. Y N° 9, se ve el muelle de la Refinería que se iniciaba en la calle Talcahuano. 

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Nota de la Editorial: el siguiente texto es un cuento de mi autoría, a propósito de la actividad de tener que ponerle fechas a fotos muy antiguas y lo escribí aprovechando también el tiempo que me dispensa la cuarentena. 
             La ficción está ambientada en Penco y es muy entretenida.

                  EL SECRETO DE LAS FECHAS

          Una apuesta, no otra cosa, era datar esas fotografías que la gente facilitó al museo para la nueva colección que se exhibiría durante el verano. Ninguna de ellas incluía fecha, así que situarlas en una línea temporal significaba eso, un juego de apuestas. Los viejos del equipo encargado de seleccionar las mejores imágenes para la muestra andaban más cerca con el año de la foto que los jóvenes del museo quienes también se la jugaban. Una fotografía sin datos podría ser de tal año por esto, por eso o por aquello. Así, a tientas iban armando la exposición. La palabra salvadora para estos casos indescifrables provenía del latín: circa, que significa más o menos, alrededor de, por ahí por. 

          Para apoyar el circa y no cometer un error grosero se aplicaban algunas técnicas de datación: como por ejemplo, reconocer el papel de la foto y saber entre qué años se usaba, el corte de los bordes si cortaban con guillotina o tijera con filos de blonda, los timbres de fabricación del papel fotográfico impreso al reverso, si la superficie de la imagen era brillante o granulada, el milimetraje de la lente de la cámara, el encuadre. Esas consideraciones relativas al soporte de la imagen se tenían en cuenta cuando se buscaba la fecha aproximada. Difícil igualmente.

              Los más viejos también tenían ventajas cuando se trabajaba sobre la temática de esas fotos: la construcción tal no existía, esos árboles de allá tampoco, todos los hombres usaban sombrero, las mujeres vestidos largos. Eso que se ve en la fotografía servía para un circa. Una de estas personas mayores del equipo del museo, dijo con tono de queja: «¡Ay, si Irineo no se hubiera muerto!». Los otros lo miraron y se quedaron en silencio. El dicho trajo al tapete la habilidad de un pencón ya ido y que nadie recuerda.

            Irineo, un muchacho del pueblo, tenía la afición de interpretar las sombras producidas por los objetos iluminados por el sol, una técnica difícil de aplicar en general, como el propio Irineo lo reconoció una vez. Si usted quiere, era una manía nadie podía sacarlo de esoconsistente en observar el paso del sol por la bóveda celeste de Penco. En eso se lo pasaba días enteros. La actividad no podía ser más aburrida, pero la hacía en forma meticulosa. Miraba concentrado la proyección de la luz y su incidencia en los objetos. Concluyó empíricamente que cada día era único de comienzo a fin, ninguno igual a otro debido a esto de la luz y de las sombras. Por sus observaciones hizo un boceto, lleno de líneas curvas que representaban las inclinaciones sombrías y lo acopló al calendario. Irineo también había trabajado con las horas de cada jornada del año teniendo en cuenta que ninguna hora era igual a otra. Así llegó a acertar el día del año y la hora, cada vez que sus vecinos le mostraban fotos familiares para saber cuándo habían sido hechas. Nunca fallaba. Irineo tampoco usaba reloj, se sabía las horas y los minutos de cada día, mirando la sombra que su dedo índice levantado proyectaba sobre la palma de su mano teniendo en cuenta, eso sí, el día del año.

             La vez que Irineo llegó a dominar plenamente esta cuestión, pensó en el paso siguiente: determinar el año, sabiendo que ningún año era igual a los demás. Se tuvo que meter con cosas mayores, como por ejemplo formarse una idea clara de la órbita elíptica terrestre, sus afelio y perihelio, la eclíptica planetaria, las coordenadas exactas de Penco, el fenómeno cíclico de las manchas solares, los eclipses. Cuando logró comprender todo eso, bastante complicado por lo demás, le pudo apuntar sin errores al año exacto de la fotografía sobre la que le preguntaban y él añadía a mayor abundamiento el día y la hora en que fue captada.

           Irineo murió joven, tal vez 40 años, allá por 1960. Solamente sus vecinos de calle Membrillar supieron de la habilidad tan curiosa de este observador del sol y de su lumbre. También recuerdan que respondía preguntas relacionadas con fotos antiguas de Penco, su lugar de observación, nada más. No podía datar imágenes de otras partes, porque quiérase o no, la luz y las sombras tenían sutiles variaciones, dependiendo del lugar geográfico.
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El argumento de este relato de ficción se inspiró en el cuento «Funes el Memorioso», de Jorge Luis Borges.  

LOS ASCENDIENTES FUTBOLEROS DE PENCO EN EL ADN DE BENJAMIN BRERETON

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FOTO  GOAL.COM


          El gran salto a la palestra de la selección chilena del joven jugador nacido en Gran Bretaña, Benjamin Brereton Díaz y las esperanzas que los aficionados del fútbol han depositado en él, dirige las miradas a Penco y retrotrae el interés por conocer parte del historial materno del jugador. Ya los medios han relacionado al futbolista con los antiguos dueños de Fanaloza, empresa fundada por los Díaz en la primera mitad del siglo XX, con el pater familia don Juan Díaz Hernández y sus numerosos hijos. Entre los ascendientes maternos de Brereton hubo quienes no fueron ajenos a la actividad futbolera, ellos también destacaron en el balompié regional y pencón como veremos. 

         Gregorio Díaz Vergara –en Penco lo conocíamos por Goyo– era primo* de Genaro Díaz, abuelo de Benjamín Brereton. Goyo fue un buen jugador de fútbol a fines de los años 60, quien por su talento pudo haber integrado la selección chilena. Así lo recuerda, en conversación con nuestro blog, el presidente de la Corte Suprema, Guillermo Silva Gundelach ex vecino pencón y también ex futbolista amateur. Nos dijo lo siguiente:

GUILLERMO SILVA GUNDELCH,
Presidente de la Corte Suprema.
(Foto: diariojudicial.cl).

     «Jugué con Goyo en el colegio de los Sagrados Corazones y en la Asociación de Fútbol de Huachipato. Era una especie de Honorino Landa, muy rápido y con un dribling endemoniado, cuando uno lo marcaba, no sabía para cuál lado iba a salir. Fue mucho mejor que Francisco Pinochet y Julián Urrizola, otros compañeros de colegio de esos tiempos que llegaron a la selección chilena. Su hermano Fernando Díaz, hoy médico, también jugaba. Sin embargo, Goyo era imparable en la cancha, pero nunca se interesó por el fútbol profesional. Falleció hace unos años».

F. PINOCHET
y J. URRIZOLA
en Dep.
Concepción 1972.

        Era un espectáculo ver jugar a Gregorio Díaz Vergara en la cancha de Gente de Mar, por ejemplo, con la camiseta de Fanaloza. La gente le tenía gran estima y lo avivaba mientras Goyo hacía de las suyas en el área rival, dejando atrás, a muchos del equipo contrario. Hay que destacar que jugaba de igual a igual con jugadores pencones, muchos de ellos obreros de la fábrica locera. Para él no había distinciones sociales, el fútbol homologaba a todos en la cancha.

      Otro miembro de la familia Díaz fue Guillermo Díaz B., persona que llegó a ser el complemento perfecto que tuvo la industria Fanaloza a comienzo de los años 50. Por esos días había asumido una gerencia en la fábrica, creada por su abuelo, pero para él, lo que realmente le llenó el gusto fue haberse convertido en el presidente del Club Deportivo Fanaloza, al alero de la empresa. En 1949 el club locero se incorporó al Campeonato Regional como protagonista, torneo que debutaba en la zona. Guillermo Díaz fue un apasionado del fútbol. No sólo potenció la plantilla del CD Fanaloza con la incorporación de buenos jugadores que trajo a Penco sino porque también le gustaba ver el fútbol callejero de los niños. Y no tenía que ir lejos, bastaba con que saliera a la puerta de su casa para presenciar pichangas en Freire casi esquina de Infante en Penco. Entre esos niños que pichangueaban a todo lo ancho de la calle (porque entonces se podía por el escaso tránsito), estaba Guillermo Memo Cartes. Al señor Díaz le interesó la habilidad mostrada por Cartes, quien lucía destrezas pateando una pelota de papel y otras veces de trapo, como era el uso entre los niños del pueblo que jugaban al fútbol en la calzada.

         «Un día de comienzos de los años 50 en que él estaba mirando una de nuestras pichangas me llamó y me preguntó mi nombre, le respondí Guillermo y me dijo: entonces somos tocayos», recuerda Memo cuando ya han pasado varias décadas de aquel episodio que él guarda en su memoria. Y, agrega, el fútbol infantil fue el tema de esa breve conversación de un niño con un adulto, pero no retiene más detalles. Una semana después, quizá cerca de la Navidad, un vecino golpeó a la puerta de la casa de Cartes, ubicada frente a la puerta de la casa de los Díaz por calle Freire, para decirle que don Guillermo Díaz quería hablar con él. «Cual no sería mi sorpresa, el señor Díaz me regaló una pelota de fútbol número 5, de cuero. Yo no lo podía creer. Ese mismo día nos fuimos con mis amigos a jugar una pichanga con pelota nueva a la cancha del caolín, que quedaba en el cerro, en un lugar donde antes se extrajo ese mineral», añade Cartes. Nuestro ex vecino pencón, funcionario del ex Banco Concepción, también consiguió reconocimiento en el ámbito futbolero de Penco y en la ciudad penquista. Estuvo muy cerca del profesionalismo puesto que en Audax Italiano se interesaron por su incorporación a ese club, pero desestimó la propuesta.

GUILLERMO CARTES, a la derecha, junto a
LUIS "Fifo" EYZAGUIRRE (foto de archivo de este blog).

          Hemos citado sólo un par de nombres de la numerosa familia Díaz ex propietaria de Fanaloza para mejor comprender los nexos de sangre, aproximaciones sentimentales y también futboleras de Benjamín Brereton Díaz luego de su llegada a la selección nacional. Sin duda su abuelo Genaro debió contarle muchas de estas cosas que hemos narrado aquí, y que sin duda hicieron que el gran Ben optara por defender a la roja, con la calidad aprendida en la cantera del Manchester United y en el exigente fútbol inglés.

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* Esta relación consanguínea está sujeta a confirmación.

Nota: Parte de la información de este texto fue obtenida del libro «Cerámica en Penco Industria y Sociedad 1888-1962», de Boris Márquez Ochoa.


INTERESANTES TIPOS DE VAJILLERÍAS PRODUJERON LOS LOCEROS DE PENCO

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Sala de Ventas en Loza Penco
1982.
Foto del libro Las Piezas del
Olvido, de B. Márquez O.

POR ABEL SOTO MEDINA

          Piezas del Olvido, es un libro del profesor de historia Boris Márquez, que narra sobre los artistas que desarrollaron en Fanaloza y LozaPenco, el arte de Diseño y de Escultura, llevados al plano de fabricar piezas ornamentales en loza, decorarlas y pintarlas, transformando cada pieza única en su género, destaca a los profesionales  que iniciaron la gran cruzada de ese arte, y a los funcionarios que se transformaron en sus discípulos, producto de las enseñanzas, así como también de condiciones y cualidades escondidas. 

          Como el fabricar loza es un arte de por sí, es cómo una obra teatral, cada participante es de suma importancia, el guionista, productor, director, iluminador, tramoya, decorador y los artistas. Traducido esto a la fabricación de loza, nos encontramos con los mineros que buscan la greda, caolín, feldespato, los obreros que molían esos materiales para transformarlos en pasta, que permitiera, que los barnizadores, fileteadores, diseñadores y pintores, pudieran ver hecha realidad su pieza creada, eso sí, previa visto bueno del hornero, hombre clave en el éxito del proceso, quizás vale aplicar el dicho popular «en la puerta del horno, se quema el pan»

               Como todos sabemos, y  que es un orgullo para Penco y mucho más para los loceros, el mural con el Plato Willow, aplausos para el o los artistas que lo pintaron, así, como también las otras figuras ubicadas en el sector.

              Sin embargo, desde mi perspectiva y vivencia, el verdadero plato que fue un símbolo locero, por su sencillez, económico, y de uso diario, y que seguramente fue el más producido y por ende vendido, me refiero al Plato Filete 41, que lucía elegantemente su filete de color verde esmeralda. El otro que dio prestigio, fue el Plato Virginia, que lucía con gran pompa su grueso borde con Filete de Oro, las piezas de los juegos de  Vajilla Virginia, eran guardadas como hueso de santo por las dueñas de casa; sólo se ocupaban para las ocasiones especiales que celebrar o durante junio y julio, meses de los santos, nombre que no faltaba en esos años en cada casa. No es menor que la línea Virginia, fuera la que se eligió para regalarle al  Papa Juan Pablo II, en su visita a Concepción el año 1987, eso sí, cada pieza de éste juego de loza, llevaba estampado el escudo de la casa papal.

               Estas afirmaciones las hago para que no queden en el olvido, aquellas piezas que no aparecen en murales, así como también, el esfuerzo, talento, y sacrificio de tantos, que nos permitieron tomar un café, o degustar la comida diaria y de las otras, en una taza o plato de loza pencona.

PARA QUE SEPA BEN BRERETON SI VIENE A PENCO: LO BUENO, OTRAS FIGURAS LOCALES TAMBIÉN HAN DEFENDIDO LA ROJA . LO MALO, QUE LA COMUNA NO TENGA UN ESTADIO COMO LO MERECE

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Por Abel Soto Medina

           Qué mejor ayuda para el deporte de Penco ha sido la aparición repentina del seleccionado nacional de fútbol, Ben Brereton Díaz. Por eso llamo a la Asociación de Fútbol de Penco, para ver la forma de llevarlo como estandarte, y aunque con el rostro ruborizado, colgarse derechamente de su fama, y que por su ascendencia pencona, le podríamos contar, que al igual que él, otros futbolistas de acá vistieron la camiseta chilena.
UNA DELANTERA CHILENA temible: Arriagada, Cremaschi, Alcántara, Varela y Balbuena.

                 Le podemos nombrar al gran Carlos Varela, que desde las filas del Coquimbo de Penco, saltó al Audax Italiano y a la Selección, que junto a otro seleccionado Manuel Piñero compartieron camiseta en Audax cuando el equipo fue 2 veces campeón. Y continuamos: Irineo Jara y el «Rucio»Nourdin representaron a Chile en las Olimpiadas de Helsinski, que el gran Carlos «Zorro»Vidal se avecindó en Penco, después de haber jugado por Chile en el Primer Mundial de Uruguay el año 1930, que su hijo Mario, el «Zorro Chico» o Mario «Zorrito»Vidal, fue un centro delantero que vistió La Roja en la inauguración del Estadio Nacional de Lima, Perú, y que tiene como palmarés, el haber convertido más de 200 goles en partidos oficiales.

FOTO EN EL ESTADIO NACIONAL DE LIMA

              A nuestro Ben Brereton también le podemos hablar de Mario Lorca, que jugó por Fanaloza, y que integró la Selección Chilena, le contaremos de uno de los grandes del fútbol chileno, que luego de jugar los años 1949 y 1950 por Fanaloza, y trasladarse a la capital le significó coronarse campeón con Audax Italiano, y 


que fue capitán de la Roja en un Sudamericano, campeonato, que fue reemplazado hoy por la Copa América. Él fue Luis Vera, quien en su momento también fue entrenador de la Selección. 

          Le podemos hablar a Brereton del Club Loza Penco, que trajo a sus filas a los seleccionados Mario Soto y Rodolfo Dubó, con el técnico de Chile en el Mundial del 1982, Luis Santibáñez, y otros. Le podemos decir que Lirquén es un sector bien marcado de la comuna donde existe un gran puerto internacional, que Deportes Lirquén es un equipo de fútbol que antes se llamó Vipla al alero de la industria de Vidrios Planos. El Vipla fue un equipo de fútbol de excelentes actuaciones, cómo no recordar a esa temible delantera con, Osvaldo Bello, Pedro Flores, Fuentes, Oscar Barraza y José Baeza, todos con sus pergaminos; Bello, elegido un año el mejor en su puesto. Flores hace algunos años fue reconocido por la autoridad local; Fuentes un goleador; Barraza, jugó posteriormente en Unión Española; el zurdo Baeza, muchos recordarán que en esos años, ya chuteaba los córner con rabona, antes que los Borghi o los Maradona.

CARLOS "ZORRO" VIDAL, EN LA SELECCIÓN, el segundo de los agachados, de
izquierda a derecha.

           También le diríamos a Ben que el sector de Cerro Verde compite con 3 equipos: Alianza, Juventud y Torino, que desde la cancha y club Gente de Mar, saltó a la fama Luis «Cholga»Díaz, quien vistiera varias camisetas, entre ellas las del Deportes Concepción, Cobreloa y Colo Colo.

LA SELECCIÓN. «Rucio» Nourdin, segundo de los de pie de izquierda a derecha. Abajo, Irineo Jara, el quinto de izquierda a derecha.

          En fin hay tantas cosas que le podríamos contar a Ben Brereton, como decirle por ejemplo que Penco y Lirquén no tienen Estadio ni Campos Deportivos, respectivamente siendo la única, o de las pocas comunas en Chile que no posee tales facilidades para la práctica deportiva. Le solicitaría que apoye esta causa de poder conseguir lo planteado, no creo que se niegue, sobre todo cuando se le puede informar que el 17 de junio de 1952, mediante ley de la República, se facultó a la Municipalidad local para la compra de un terreno con el propósito de construir un Estadio para Penco y otro terreno para los Campos Deportivos en Lirquén, y que hace ya 69 años que se espera se realice lo citado en dicha ley de la República.

                              Material obtenido de la Biblioteca del Congreso

         Creo que el jugador apoyaría la causa, y como consecuencia ayudaría a la Asociación de Fútbol de Penco a cumplir esos sueños que quedaron truncos en alguna parte. Para ello eso sí, y sin ofender a nadie, porque no es el ánimo de esta nota, se requerirá que alguna persona de buena voluntad que sepa hablar inglés oficie de intérprete, dado que curiosamente a Ben no le enseñaron español por no considerarlo, quizá, importante en su formación.

Post Data: Sería más interesante si el Estadio para Penco, contemplara un Museo de la Loza, así Ben estaría más contento al ver lo que hicieron sus ascendientes y Feliciano Palma. En el otro costado, debiera incluirse un Teatro, dado que la ley también lo contemplaba la ley. Mudo testigo de ella es el puente Las Heras que está sobre el estero de Penco, su placa de bronce lo recuerda.

PLACA DE BRONCE en el puente Las Heras sobre el estero Penco.
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Revisión de estilo Nelson Palma



 

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