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Foto de Sergio Larraín sobre niños de la calle captada en Santiago, 1955. (Times). |
Los niños vagabundos de Concepción, y de muchas otras ciudades de Chile, como indica esta crónica, no podían decir “calabaza” porque no tenían adónde ir o quién los esperara y recibiera. Se criaron con esa terrible carencia, la que después se convirtió en una mochila para sus vidas. Por culpa de la sociedad perdieron la gran oportunidad para haber salido adelante. Aunque pese a todo, es posible que alguno lo haya logrado. Pero, eso tampoco lo sabemos.
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Niños de la calle, Larraín, Stgo. 1953. |
El diario cita en su nota al juez especial de menores Samuel Gajardo, quien afirmó: “la vagancia y la mendicidad ejercida por niños sólo tiene una solución: crear hogares que los reciban dándoles el afecto familiar del cual carecen”. Y agregaba El Sur: “Y en Concepción existen algunos que han logrado recoger a un escaso número de pequeños vagabundos y están realizando con ellos una tarea de readaptación al medio y de reeducación”. Dichos hogares eran “La Ciudad del Niño Ricardo Espinoza”, el “Hogar Valentín Letelier” y el “Centro de Defensa del Niño”. Pero, una cifra alta de menores quedaba afuera, a la intemperie, porque los recintos mencionados no alcanzaban para todos.
Añadía el diario: “El problema que afecta a los menores desamparados a quienes se ve diariamente pulular por las calles de Concepción, en demanda de la caridad pública, no ha encontrado solución integral pues son insuficientes las instituciones encargadas de la defensa y protección del niño.
Finalmente decía el diario El Sur, remarcando el drama de aquellos menores:
NIÑOS VAGOS EN CONCEPCIÓN
“El problema de la vagancia infantil ha adquirido mayor gravedad durante el último tiempo en Concepción, donde se ven diariamente y especialmente en la noche deambular por las calles céntricas bandas de niños desarropados que se dedican a asaltar prácticamente al transeúnte solicitándole una ayuda de cualquier índole.”
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Foto Memoria Chilena. |
“Hasta hace algunos días varios de ellos practicaban los más variados juegos de azar en el quiosco de la Plaza Independencia, cerca de la medianoche. Y posteriormente otro grupo de niños y niñas en pleno centro presentaban un doloroso espectáculo en estado de ebriedad. Ninguno tendría más de diez o doce años.”