Al fondo de la foto, se ve la isla de piedras, más cerca se aprecian las algas oscuras, y al costado izquierdo, fuera de la imagen está el grupo de piedras marinas que remata en la playa. |
Conozco muy bien aquella ínsula (como diría don Quijote) que permanece como tal sólo por algunas horas cada día, mientras que durante el resto de la jornada se esconde bajo la superficie marina. Cuando la mar está baja, se puede llegar vadeando sin inconvenientes. Es un lugar lleno de vida gracias a esta peculiaridad, hecho que le permite regenerarse luego de sobrevivir a la depredadora visita de los mariscadores y las aves marinas. Se producen allí mariscos tanto moluscos bivalvos como una buena variedad de caracoles. Así también, vida más básica como celenterados, estrellas de mar, erizos. También peces de rocas como algún tipo de bagres. Hay que estar muy alertas, eso sí, si uno visita en baja marea, ello, porque el mar comienza a recuperar su espacio lenta, pero sistemáticamente. Es recomendable regresar luego a tierra firme porque en el tramo entre las piedras y la playa, unos doscientos metros, el lecho marino es más bajo, así el riesgo es que el agua lo alcance a uno hasta más arriba de la cintura.
No podemos dejar de mencionar al sector de los sargazos. Hasta allí se puede llegar sólo en bote o chata según sea el caso. El área es tan densa en vegetación acuática que una embarcación como las mencionadas difícilmente puede avanzar. La novedad ahí es nuevamente la gran variedad de vida que se puede observar. Bajo las hojas marrón hay adheridos todo tipo de caracoles y lapas. Es sorprendente el refugio para la vida que representa ese sector fantástico, que es un plus para el mar de Penco.
Este marco perfecto de mar interior entre la isla, los sargazos y la prolongación de piedras desde adentro hacia la playa podría ser considerado un pequeño parque marino en el que se podrían efectuar inmersiones seguras de buceo y tomar fotografías bajo la superficie. Lamentablemente los huiros generan en forma incesante material vegetal molesto que es arrojado a la playa por el oleaje; sin embargo, son, por sobre todo, una fuente inestimable de vida marina estrictamente local.