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RELATOS DEL "MONSTRUO" DEL TRANQUE DE PENCO

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Foto de "nessie", el monstruo del lago Ness, Escocia.
El tranque del fundo Coihueco cubría una superficie considerable. El acopio de líquido respondía a la necesidad de la Refinería de realizar sus procesos con el azúcar de caña, hecho que requería una gran cantidad de agua. De allí entonces que la Refinería, en acuerdo con su empresa subsidiaria Forestal S.A., construyera esa toma en el curso superior del estero Penco. Pero, el fin de esta historia se relaciona con la represa misma. El tranque estaba rodeado de árboles nativos y el frontón desde donde se controlaba el flujo agua era una excelente vereda para cruzarlo. En el verano los chiquillos se lanzaban piqueros desde esa vereda, puesto que en ese punto el tranque alcanzaba su mayor profundidad. Y, en realidad, puchas que era profundo. 
Las veces que fui, no me atreví a nadar en sus aguas que presentaban siempre un aspecto turbio, pero para el resto de la muchachada era una diversión de tono mayor. En más de una oportunidad mientras permanecía junto a las quietas aguas del tranque oí las historias de la existencia de un cuero, un animal acuático escurridizo con el aspecto de un pellejo de vacuno de color oscuro. Era un cuento parecido a la historia del monstruo del lago Ness, en el norte de Escocia (foto). Acerca de ese animal hay gente que lo ha fotografiado y científicos dicen que a juzgar por el aspecto se trataría de un plesiosauro, una especie medio pez medio reptil que vivió en la era de los dinosaurios y que ése sería el único ejemplar sobreviviente sobre la faz de la tierra. Igual, súper huidizo el monstruo del Ness si se tiene en cuenta que hay personas pacientes que hacen guardia día y noche a la orilla del lago para apostar a la posibilidad de fotografiarlo nuevamente.
En los años setenta estuve en ese lago escocés y comprobé que había expertos en esos bichos que vivían en casas rodantes instaladas en la playa de Loch Ness con sus cámaras en ristre. Por unas monedas esos expertos o aficionados narraban historias acerca de las apariciones del monstruo no registradas. Lo cierto es que el cuento estaba vivito y un lago solo y triste cobraba interés por lo atractivo que resultaba ser la existencia de un monstruo. 
El tranque del fundo Coihueco también tenía su “nessie”: el cuero negro que atrapaba a bañistas y se los llevaba para siempre a las profundidades, según la leyenda. El mito de los cueros es vastamente conocido en Chile. Testigos dicen que moran en ríos y fuentes de agua como lagos o lagunas. Algunos entendidos dicen que se parece a una manta raya de agua dulce. Pero, en lugar de clasificarlos científicamente, los cueros acuáticos son un mito. Nunca supe de un caso de algún improvisado bañista del tranque del fundo Coihueco en Penco de ser amenazado por uno de estos animales.  Pero, se oían supuestos avistamientos de ese animal nadando a baja profundida sobre el suelo barroso de la toma.
Con el desaparecimiento del tranque, el agua se fue río abajo, las historias terminaron y el cuero se esfumó en el lecho seco o entre a las raíces de los árboles nativos que lo rodeaban. Un amigo mío de esos años me comenta, recordando lo que fue la belleza del lugar, que hoy es una pena caminar por esos parajes pencones.

LA MARTIRIZADA PLAZA DE PENCO

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Columna de Opinión
Por Nelson Palma
Orondos funcionarios se "tomaron" la plaza.
Una plaza es la cara bonita de una ciudad. Los visitantes siempre quieren verla y fotografiarse en ella, los residentes orgullosos de su plaza la usan para caminar, distraerse, conversar e, incluso los jóvenes la necesitan para estudiar. Ése es el papel que cumple una plaza en una ciudad. Y las autoridades locales tienen la obligación de cuidarla, velar porque esté limpia todos los días, porque tenga flores y prados. 


En Penco es al revés: la plaza de Los Conquistadores no cumple ninguno de esos papeles, pero sí asume otros. Veamos cuáles:  


Autos de horrible aspecto con la Municipalidad de fondo.
Sin que nadie entienda el origen del derecho, los funcionarios municipales se tomaron –porque lo que hicieron fue una toma—de un trozo de la plaza, justo el que queda frente al municipio. En ese espacio inscribieron sus cargos y acto seguido estacionaron sus autos. Como ellos son las autoridades locales ¿quién les podría reclamar? La mitad de cada vehículo ocupa parte de la plaza, la otra mitad se asoma a la calle. En verano eso les viene de maravilla porque sus autos quedan a la sombra de los árboles de la plaza. Alguien me podría retrucar: el uso de ese espacio por las señoras funcionarias y los señores funcionarios viene de antiguo. No, no es así. Esta falta de respeto por la civilidad, esta mala costumbre de usar la plaza como playa de estacionamiento data de pocos años.   Penco no es una comuna espaciosa, querido lector. En seis minutos se puede recorrer la ciudad caminando. ¿No podrán estos funcionarios dejar sus vehículos en otro sitio y caminar un poquito dejando así la plaza para uso de todos los pencones? En el pasado ni el alcalde más pintado hubiera usado la plaza con ese fin. Aquellos eran respetuosos de los espacios para el gozo del público.

La ex autoridad comunal adoptó una medida inadmisible: destinó otro sector de la plaza para arrumbar los vehículos chocados o con problemas judiciales. Permitió que ese material de horrible aspecto: porque un auto chocado es feo, quedara aparcado en la plaza frente a Carabineros. El desatinado ex alcalde inauguró esta modalidad que constituye otro abuso, parecido al mencionado más arriba. Se fue ese señor por voluntad de los electores. Pero, la nueva autoridad no ha derogado ese mandato. Una futura plaza prometida es un tema, la actual plaza es otro asunto. El aspecto que presenta ese sector es una vergüenza. Hay que erradicarlo sin más explicaciones.
Este comercio afea la plaza y no ayuda al turismo.
Es posible también que el ex alcalde haya cedido a la solicitud de comerciantes para usar dos costados de la plaza para instalar negocios. A partir de ese momento el concepto de plaza se desvirtuó totalmente: de lugar para el descanso, la meditación, la reflexión, la admiración por la naturaleza se derivó en a un mercado persa de objetos de dudoso origen artesanal y cero novedad. Todo es más de lo mismo. Hay que sacar esas tiendas y favorecer a esos comerciantes con otro lugar. Ellos tienen que entender que la plaza de la ciudad no es para la práctica de ningún tipo de comercio. 

Entonces, amigo lector, nuestra querida plaza de Penco que era recorrida con agrado por las familias, por los jóvenes que iban allí a estudiar (esos jóvenes hoy son brillantes profesionales: médicos, ministros de Corte, incluso de la Corte Suprema, etc.), por los enamorados, por los abuelos, por personas solas es hoy la cara fea de Penco.
Tres bancos ocultos para el público detrás del comercio.
Una plaza de estas características es propia de un pueblo provinciano y no de una comuna que defiende con fuerza el título de ciudad. Vean ustedes qué ciudad de Chile que se precie es abusada por los funcionarios del municipio, sea corral para autos chocados y dé albergue a un comercio pichiruche y sin destino económico a la vista.
 
¡Hay que arreglar eso ya!
 
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Esta columna representa un punto de vista. Es el lector quien es libre para juzgar el tema expuesto.

¿CHOLGA O CHOLGUA?: THAT IS THE QUESTION

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¿Cholgua o cholga?
Ése es el asunto. Cuando alguien decide averiguar esta disyuntiva lo primero que hace es remitirse al diccionario de la Real Academia de la Lengua (RAE). Para la palabra cholgua, la fuente dice que es el equivalente en Chile de la voz cholga que se usa en Bolivia, Perú y también aquí. Si nos atenemos con rigurosidad a la RAE lo correcto sería decir cholgua, porque la definición expresamente se refiere a su uso en Chile.
Saltemos del ámbito académico, al diario vivir y pongamos un ejemplo. Si voy a comprar un ciento de estos moluscos a Cerro Verde, el mariscador sentado al borde de su bote me dirá: “¡Aquí está su ciento de cholguas!” No sonaría bien en ese ambiente que ese mariscador local dijera cholga. Para ese medio, decir cholga resultaría siútico  y tal vez afeminado.
La voz cholga se oía con frecuencia en el mercado de Concepción donde los vendedores se ponían más a tono con el lenguaje letrado de los estratos altos de la sociedad penquista. En Santiago es impensable el uso de la palabra cholgua. En la capital hay que decir cholga, suena más fino.
O sea, una u otra la palabra correcta dependerá de dónde se la emplee. Si es a la llegada de los botes con los mariscadores será cholgua; si estuviéramos en un refinado restaurant santiaguino el chef nos dirá: “le ofrezco un excelente plato de cholgas al matico”.
Cada palabra con un mismo significado tendrá validez en el lugar que se la emplee. Lo que sí no me gustó de la RAE es que sostenga que estos moluscos bivalvos: cholgas o cholguas sean comunes del estrecho de Magallanes. No, señores, el reino de la cholgua es la bahía de Concepción y su capital es Lirquén.

HISTORIAS Y ANÉCDOTAS DE ONOFRE PINO EL GRAN ARQUERO DE PENCO

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Onofre Pino, el gran arquero que se inició en Penco.
 
 
Onofre Pino, con rodilleras, pero sin guantes
Tuve la suerte de ver jugar a Onofre Pino en el Campeonato Regional de Fútbol, el arquero estrella de Fanaloza. Pero, nunca tuve la fortuna de hablar con él como siempre fue mi deseo. Era de Penco, vivía en el sector de Corea que hoy equivale a Cerro Verde Alto. Se venía caminando a entrenar y a jugar. A pesar de ser una persona introvertida, Pino tenía un magnetismo arrollador: sus compañeros de club lo querían, era respetado en el entorno futbolero y los árbitros le tenían gran estima. Mientras defendió a Fanaloza Onofre Pino vestía en la cancha una chomba negra (era la influencia de Yashin, la “araña negra” de la selección soviética, guardavallas admirado en el mundo entero). Como arquero de canchas de tierra debía usar rodilleras, para que una caída al suelo no resultara en erosiones. Jamás lo vi con guantes, como ocurre con los arqueros profesionales de hoy. Con sus manos desnudas atajaba, puñeteaba balones al córner, desviaba pelotas envenenadas luego de voladas espectaculares. Los esféricos de esos años eran confeccionados a mano y remendados donde el zapatero de la esquina. El cuero húmedo se impregnada de tierra o de arena, había que ser valiente para interceptar un tiro libre con las manos peladas. En ese mundo se desempeñó Onofre Pino en Fanaloza. Después pasó a defender a Fernández Vial y más tarde a Huachipato, club en el que terminó su carrera. Tuvo un par de experiencias internacionales. En una ocasión para enfrentara a Cerro Porteño de Paraguay, fue el arquero de un combinado regional. Pero, tal vez su cometido más importante ocurrió en el Estadio El Morro de Talcahuano. El 13 de febrero de 1963 defendió a Naval frente a Santos de Brasil, con Pelé a la cabeza. El recinto estaba colmado por veinte mil personas, según la prensa de la época. Pino tuvo atajadas extraordinarias frente al poderoso equipo brasileño. Pero, Naval cayó ante Pelé por 0-5. El rey hizo dos goles, uno de cabeza. Pero, Pino interceptó en la raya un gol que pudo ser el sexto de chilenita de Pelé.
El gran arquero de produjo Penco.
Cuando Onofre Pino dejó Fanaloza, el equipo locero contrató al meta de Ferrobádminton de Santiago, Gustavo Piturra, con el fin de darle tiempo a que se fogueara un juvenil pencón: Omar Soto. Piturra hizo un trabajo brillante en el cuadro locero y se convirtió en una vara muy alta para Soto, quien vendría después. Soto había hecho sus primeras armas en Atlético de Penco, mientras que Onofre Pino había comenzado a los 17 años jugando por Gente de Mar. Su fallecimiento ocurrió en junio de 2012 y valga este texto como un modesto homenaje.
El periodista y narrador deportivo Max Wenger nos recuerda a continuación un episodio anecdótico en la carrera profesional de Onofre Pino que se desarrolló fuera de una cancha de fútbol:
UNA GOLEADA
QUE NUNCA FUE
Por Max Wenger, desde Pucón
Eran los buenos tiempos del Campeonato Regional de Fútbol de Concepción, de carácter semi-profesional, a comienzos de la década de los 60.
El certamen convocaba a importantes clubes desde Linares hasta Temuco, pasando por Chillán, Tomé, Penco, Chiguayante, Talcahuano, Lota Coronel, Los Angeles y, naturalmente la capital penquista. 
Uno de los más afamados animadores de ese campeonato era el Club Arturo Fernández Víal, popularmente nombrado como el Vial o "el Vialito", de gran arraigo popular por su estilo de mucha garra, vehemencia y luchador. 
Pino en entrevista de televisión en 1988.
Su hinchada no le iba en zaga y seguía a la enseña aurinegra a todos los escenarios del torneo, con gran entusiasmo y fervor en medio de una euforia permanente. 
La portería del Vial era custodiada por muchas temporadas por un joven muchacho, delgado, ágil y de grandes condiciones. Su nombre, Onofre Pino, quien sumaba a esas características una modestia y sencillez infrecuente entre los futbolistas de estos tiempos.
Los aficionados le tenían suma confianza a su guardameta y lo demostraban con sonoras ovaciones y aplausos ante cada atajada de Pino, quien pudo fácilmente escalar hasta un club capitalino de haberlo querido, pues se cree que su propia timidez lo frenó.
 Una sombría tarde dominguera de invierno, ocurrió sin embargo una situación que no es ajena a las veleidades del fútbol. El Vial fue goleado sin piedad en la cancha de "El Morro" de Talcahuano, probablemente por el poderoso Naval, de directo vínculo con la Armada.
Una humillante goleada de 5 goles a 1, dejó mudos primero a los hinchas y luego los motivó a reforzar su apoyo al club de sus amores.
En uno de los diarios de Concepción que, al igual que las radio-emisoras, destinaba amplios espacios al certamen, ocurrió un hecho que con el correr de los días se transformó en otra anécdota que jalonó los entretelones del popular deporte en la vasta zona centro-sur del país.
Por uno de esos errores "ajenos a la voluntad" de nadie y de todos, apareció en la edición del día siguiente el consabido comentario analítico de la derrota vialina, el recuento a minuto a minuto de las principales incidencias del juego y una reseña pormenorizada, individual, de la actuación de cada uno de los 22 o más jugadores que habían sido los actores del partido.
En la citada reseña, el famoso periodista Luis García Díaz, a quien todo el mundo llamaba "El Maestro", por su atildada redacción, su aguda pluma y su chispeante humor, escribió así:
"ONOFRE PINO: Un desastre. Una pobrísima actuación, que nadie se explicó ayer. Pareció un fantasma bajo el arco. Irreconocible labor del guardameta, a quien le pasaron goles hasta por debajo del abdomen."
Y así seguía la reseña con otros nombres de jugadores, uno por uno.
El asunto no habría revestido más importancia, en tiempos en que los futbolistas sentían verdadero respeto por el periodismo y no se daban casos de divismo y soberbia agudos como sucede en la actualidad.
Sin embargo, al día siguiente por la tarde, luego que el diario había circulado profusamente por toda la zona, apareció en la redacción del el mismísimo Onofre Pino, vestido formalmente de cuello y corbata, con su habitual sencillez y modestia.
Quería hablar con "El Maestro" y así le fue transmitido a éste por un auxiliar.
--¡Hola Pinito, como te va! ¡Qué se te ofrece! díjole El Maestro García.
--Pucha, Maestro...me tiró a partir en el diario con su comentario, poh...
--Qué le vamos a hacer, respondió el periodista. Tú sabes que cuando uno de ustedes juega mal, no está en su tarde, tenemos que decirlo nomás...Para eso están los diarios, pues.
--Sí, está bien, casi susurró Onofre Pino...pero lo que pasa es que la goleada no me la hicieron a mí...Yo no jugué porque estaba resfriado con grippe, explicó compungido el guardavallas vialino...
--Pero ¿cómo? ¿Quién jugó entonces, pos hombre? preguntó sorprendido el experimentado periodista.
--Jugó Peña que es el suplente y como yo casi nunca fallo no lo conocen mucho, apuntó Pino.
Onofre Pino defendiendo a Fernández Vial.
El Maestro muy cazurro y canchero, se dio cuenta que se había cometido un error entre Pino y Peña, apellidos de cierto parecido gráfico, y expresó entonces con toda convicción:
--Mira, Pinito, este asunto lo vamos a solucionar muy fácilmente... Cuando tú juegues mal en algún otro partido y te pasen muchos goles, entonces sencillamente vamos decir que jugó Peña...¿Qué te parece? Así van a quedar mano a mano...¿De acuerdo?
---Bueno Maestro, usted verá, pero yo lo único que le pido es que no me vaya a meter en líos...musitó el gran portero vialino.
Y se despidió caballerosamente, retirándose de la redacción tan silenciosamente como había llegado.
Ésta seguramente no debe ser la única anécdota que vivió Onofre Pino en su dilatada y brillante trayectoria deportiva. Sí deja en claro que el respeto por los medios, el periodismo y los periodistas alcanzaba de sobra entre muchos futbolistas para disculpar errores involuntarios aunque perjudicaran algo divertidamente su propia imagen deportiva.

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GALA LÍRICA: MARAVILLOSO ESPECTÁCULO EN PENCO

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El espectáculo que marcará la diferencia en las celebraciones del aniversario 463 de la comuna fue la Gala Lírica del viernes pasado. A pesar que se anunció que sería al aire libre frente a la plaza, de espalda al edificio municipal, por razones climáticas se modificó después el lugar de la presentación al gimnasio de calle Freire. Pero, informes de meteorología de última hora hicieron que la gala volviera al punto de la cita original. El público no se incomodó y feliz se trasladó de un sitio a otro. Horas después de terminado el espectáculo se desató un aguacero fenomenal. 
El plato fuerte del recital fue la soprano venezolana Sherezade Perdomo de gran trayectoria internacional y artística. En distintos escenario ha interpretado óperas de renombre: “Carmen” de Bizet, entre otras y zarzuelas como “Luisa Fernanda”.  
 
Esta sí que fue una apuesta por la cultura, apuesta porque mucho público pudo haberse quedado en casa viendo televisión. Pero, la convocatoria fue estupenda, a pesar de los sucesivos cambios de escenarios. Se diría que hasta faltaron sillas para dar comodidad a tanta gente, bajo un cielo pencón encapotado y amenazador. Como se sabe, las apuestas hay que valorarlas por sus resultados: simplemente fantástico. La gente aplaudió las interpretaciones de zarzuelas y arias por parte de Perdomo y por el acompañamiento de un excelente coro. 

Este espectáculo –y la respuesta del público—no tienen parangón en la memoria de Penco. La cultura elevada reemplazó a los fuegos artificiales, la gente escuchó con atención y respondió con grandes aplausos, hecho que demuestra que una presentación de esta categoría llega también con fuerza al pueblo, rebasando el nicho de las élites ilustradas. 

Y los testimonios al final de la presentación quedaron grabadas en Facebook:

Ximena Careaga: “Fue realmente mágico, qué alegría por nuestra gente y por nuestro Penco querido”. 

Exultante el alcalde Víctor Hugo Figueroa dijo que ésta fue "la relevación" del presente aniversario pencón, dentro del sinnúmero de actividades del programa de cumpleaños de la comuna. 

Y hubo afirmaciones que fueron todavía más allá. Como lo que señaló Marilyn Peña: “Penco necesita un Teatro Municipal”. 

Marcela Ferrada: “Esto es sólo el comienzo, recuerden que (el alcalde) lleva sólo dos meses”. Esta frase, expresada de otra manera, recordemos, fue el lema del ex presidente norteamericano Ronald Reagan: “Y eso que no han visto nada todavía”. 

Bien por la visión y la acción del nuevo alcalde. Mejor todavía por los habitantes de Penco, Cerro Verde y Lirquén. Se lo merecen porque eso también se llama calidad de vida.

UNA GOLEADA QUE NUNCA FUE

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Nota de la Editorial: El periodista y narrador deportivo Max Wenger nos recuerda un episodio anecdótico en el periodismo de Concepción de los años sesenta que tocó de cerca al arquero pencón Onofre Pino, hecho que se desarrolló fuera de una cancha de fútbol:
Onofre Pino, gran arquero Penco.
"EL MAESTRO" GARCÍA
y ONOFRE PINO
 
Por Max Wenger, desde Pucón

Eran los buenos tiempos del Campeonato Regional de Fútbol de Concepción, de carácter semi-profesional, a comienzos de la década de los 60.

El certamen convocaba a importantes clubes desde Linares hasta Temuco, pasando por Chillán, Tomé, Penco, Chiguayante, Talcahuano, Lota Coronel, Los Angeles y, naturalmente la capital penquista.

Uno de los más afamados animadores de ese campeonato era el Club Arturo Fernández Víal, popularmente nombrado como el Vial o "el Vialito", de gran arraigo popular por su estilo de mucha garra, vehemencia y luchador.

Su hinchada no le iba en zaga y seguía a la enseña aurinegra a todos los escenarios del torneo, con gran entusiasmo y fervor en medio de una euforia permanente. La portería del Vial era custodiada por muchas temporadas por un joven muchacho, delgado, ágil y de grandes condiciones. Su nombre, Onofre Pino, quien sumaba a esas características una modestia y sencillez infrecuente entre los futbolistas de estos tiempos.

Los aficionados le tenían suma confianza a su guardameta y lo demostraban con sonoras ovaciones y aplausos ante cada atajada de Pino, quien pudo fácilmente escalar hasta un club capitalino de haberlo querido, pues se cree que su propia timidez lo frenó. Una sombría tarde dominguera de invierno, ocurrió sin embargo una situación que no es ajena a las veleidades del fútbol. El Vial fue goleado sin piedad en la cancha de "El Morro" de Talcahuano, probablemente por el poderoso Naval, de directo vínculo con la Armada. Una humillante goleada de 5 goles a 1, dejó mudos primero a los hinchas y luego los motivó a reforzar su apoyo al club de sus amores.

En uno de los diarios de Concepción que, al igual que las radio-emisoras, destinaba amplios espacios al certamen, ocurrió un hecho que con el correr de los días se transformó en otra anécdota que jalonó los entretelones del popular deporte en la vasta zona centro-sur del país.
Por uno de esos errores "ajenos a la voluntad" de nadie y de todos, apareció en la edición del día siguiente el consabido comentario analítico de la derrota vialina, el recuento a minuto a minuto de las principales incidencias del juego y una reseña pormenorizada, individual, de la actuación de cada uno de los 22 o más jugadores que habían sido los actores del partido.
En la citada reseña, el famoso periodista Luis García Díaz, a quien todo el mundo llamaba "El Maestro", por su atildada redacción, su aguda pluma y su chispeante humor, escribió así:

"ONOFRE PINO: Un desastre. Una pobrísima actuación, que nadie se explicó ayer. Pareció un fantasma bajo el arco. Irreconocible labor del guardameta, a quien le pasaron goles hasta por debajo del abdomen."

Y así seguía la reseña con otros nombres de jugadores, uno por uno.
El asunto no habría revestido más importancia, en tiempos en que los futbolistas sentían verdadero respeto por el periodismo y no se daban casos de divismo y soberbia agudos como sucede en la actualidad.

Sin embargo, al día siguiente por la tarde, luego que el diario había circulado profusamente por toda la zona, apareció en la redacción el mismísimo Onofre Pino, vestido formalmente de cuello y corbata, con su habitual sencillez y modestia
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Quería hablar con "El Maestro" y así le fue transmitido a éste por un auxiliar.
--¡Hola Pinito, como te va! ¡Qué se te ofrece!--, díjole El Maestro García.
--Pucha, Maestro...me tiró a partir en el diario con su comentario, poh...
--Qué le vamos a hacer, respondió el periodista. Tú sabes que cuando uno de ustedes juega mal, no está en su tarde, tenemos que decirlo nomás...Para eso están los diarios, pues.
--Sí, está bien, casi susurró Onofre Pino...pero lo que pasa es que la goleada no me la hicieron a mí...Yo no jugué porque estaba resfriado con grippe, explicó compungido el guardavallas vialino...
--Pero ¿cómo? ¿Quién jugó entonces, pos hombre? --, preguntó sorprendido el experimentado periodista.
--Jugó Peña que es el suplente y como yo casi nunca fallo no lo conocen mucho, apuntó Pino.
El Maestro muy cazurro y canchero, se dio cuenta que se había cometido un error entre Pino y Peña, apellidos de cierto parecido gráfico, y expresó entonces con toda convicción:
--Mira, Pinito, este asunto lo vamos a solucionar muy fácilmente... Cuando tú juegues mal en algún otro partido y te pasen muchos goles, entonces sencillamente vamos decir que jugó Peña...¿Qué te parece? Así van a quedar mano a mano...¿De acuerdo?
---Bueno Maestro, usted verá, pero yo lo único que le pido es que no me vaya a meter en líos...musitó el gran portero vialino.
Y se despidió caballerosamente, retirándose de la redacción tan silenciosamente como había llegado.
Ésta seguramente no debe ser la única anécdota que vivió Onofre Pino en su dilatada y brillante trayectoria deportiva. Sí deja en claro que el respeto por los medios, el periodismo y los periodistas alcanzaba de sobra entre muchos futbolistas para disculpar errores involuntarios aunque perjudicaran algo divertidamente su propia imagen deportiva.
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LA OLVIDADA TRAGEDIA DEL CIRCO QUE SE TRASLADABA DE PENCO A TOMÉ

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La función final terminó con aplausos, aunque con poco público. Con esa escuálida presentación nocturna, el circo se despedía de Penco; al día siguiente muy temprano desarmarían la carpa, el palco y las galerías; harían los bultos y todos los bártulos saldrían en un camión hacia Tomé, próxima plaza en este tour de presentaciones del circo por la zona. Y lo siguiente es una especulación: quizás esa noche músicos y algunos payasos, sin sus maquillajes y vestidos de calle,  se fueron a brindar al bar El Popular. Probablemente el dueño del circo, luego de contar el escaso dinero de la recaudación pencona, con un par de trapecistas –sus favoritas, a lo mejor sus sobrinas— se dirigieron a cenar bistec a lo pobre donde la señora Selfa, en calle Robles. Decimos especulación aunque de algún modo ésa debió haber sido una noche normal para los personajes de un circo en gira por pueblos chicos. Y quizá eso pudo haber ocurrido en especial, si se tiene en cuenta que era un adiós a Penco. Fuera de este escenario nocturno probable, ninguna señal en el ambiente permitiría presagiar la tragedia que se avecinaba. 

Un camión Morris tipo, "ñato", con el motor bajo la cabina.
El señor Vargas tenía su taller mecánico en la esquina de Yerbas Buenas y Freire. Casado con la señora Ana Jara Ilabaca su prole era numerosa. La familia dependía del trabajo de Vargas, quien se dedicaba a reparar automóviles y a la vez hacía fletes en un camión Morris que era propiedad del señor Villagrán que vivía en la población de Fanaloza. Vargas mantenía y trabajaba esa máquina de carga que, como decíamos, no era suya. Así fue que el dueño del circo habló con el señor Vargas el último día de la presentación para que al día siguiente trasladara toda la impedimenta circense hasta Tomé. El valor del flete y la hora de salida quedaron bien claros y convenidos. A su vez, el señor Villagrán estuvo informado. 
El día del traslado, el camión Morris “ñato” (con el motor incorporado bajo la cabina) comenzó a recibir su carga muy temprano: las butacas plegadas, las maderas que servían de galerías, los postes y los dos mástiles mayores. Las carpas al final. Los instrumentos de la banda de música quedaron protegidos en la parte superior. Todo en orden y fuertemente amarrado. Un muchachón de Cerro Verde, a quien le decían “el negro” encabezó los trabajos de carga y cerca de las 11:00 AM por alguna propina se sumó a esa tarea Chenko Muñoz, un adolescente a la sazón. El Morris estuvo listo para partir pasado el mediodía. El dueño del circo le dijo al señor Vargas que mejor almorzaran antes de partir. El grueso del personal circense (los artistas) tomaron el tren de las 13:30 horas en la estación de Penco para Tomé. Ellos esperarían en el lugar donde se establecería el circo. Seguramente ya circulaba por las calles de Tomé la camioneta con el perifoneo  “al circo, al circo” invitando al público local al debut. 
El señor Vargas puso en marcha el motor del Morris a las 14:00 horas. Algunos trabajadores de la empresa circense subieron sobre las carpas de la carga y el mecánico le pidió a “el negro” que ocupara un lugar en la cola del camión. El propósito de ir instalado allí no era evitar que delincuentes robaran cosas, era para vigilar que ningún objeto se cayera al camino durante la marcha. Unas cuatro personas iban sobre la carga y dos en la cabina: el señor Vargas chofer y el empresario del circo. El Chenko quería ir también y se ofreció para viajar sentado sobre el motor al medio de la cabina. Pero, en buenahora el dueño le dijo tajantemente que no, al tiempo que le pasó unos billetes, la propina prometida. Partió el vehículo con su carga. El Chenko descorazonado miró cómo el camión se alejaba por la calle Freire rumbo a Fanaloza y finalmente se perdió en la curva de la subida al cementerio.  
La peligrosa bajada hacia Tomé.
El señor Vargas tuvo que aplicar fuerte los frenos en la bajada de Lirquén y seguramente notó el camión iba más pesado que lo habitual. Debió frenar todavía más fuerte, cuando pasado el puente, Carabineros ordenó que el Morris se detuviera. Fue un chequeo de rutina. Los papeles en regla, la carga bien estibada y amarrada… Pero, mucha gente en la carrocería. Para permitir que el camión continuara, Carabineros ordenó que bajaran todas las personas que iban atrás. Luego de las razones dadas por el señor  Vargas, la policía autorizó que sólo “el negro” siguiera viaje como vigilante de la carga. En seguida el camión retomó la marcha a su destino Tomé. Pero, antes la realidad diría su palabra decisiva. 
En la primera recta de la llegada a los caracoles de Tomé, el Morris comenzó a ir más y más rápido. El señor Vargas entonces aplicó gradualmente los frenos para aminorar la aceleración y poder así cambiar la marcha y bajar de tercera a segunda y, si fuera posible enganchar en primera. Pero, la maniobra aparentemente no resultó y el cambio quedó en punto neutro. Al no enganchar, pese todos sus esfuerzos, el Morris siguió aumentando su velocidad y finalmente los frenos dejaron de responder. Al llegar a la primera curva cerrada, el Morris se fue contra la barrera de piedras y cayó al vacío. Fue justo en ese momento que “el negro” salto de la carrocería, salvó su vida y pudo contar en parte detalles de este drama que estamos recordando. Ahí terminó el trágico traslado del circo de Penco a Tomé. Fue una tragedia que impactó profundo en Penco y fue noticia nacional. Como de esto ya han pasado  tantos años, la mayoría no lo sabe. Seguramente cuando ocurrió la reciente caída del bus con los hinchas de O’Higgins, los más antiguos de Penco recordaron el episodio que en parte hemos narrado aquí con la ayuda de Chenko Muñoz.

DE PEGUCO A PENCO POR EL CAMINO DEL TIEMPO

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Nota de la editorial: el siguiente texto lo preparó Jaime Robles Rivera, presidente de la Sociedad de Historia de Penco (SHP) con motivo del aniversario de la ciudad y que reproducimos in extenso. 

Penco: 463 años

Jaime Robles Rivera
Al amanecer de un 23 de febrero del año 1550, el conquistador Pedro de Valdivia llega con sus huestes al Valle de Peguco, hoy, y desde hace siglos: Penco.

Como todo en aquella empresa, no fue un arribo calmo, porque estaban conscientes que a sus espaldas serían acosados permanentemente por los mapuche, que la noche del día anterior, enla batalla de Andalién, les habían hecho conocer derramando su sangre indómita, la determinación de no dejar en manos extrañas sus tierras, y con ellas su libertad.

Por tanto, seguir el curso del rio Andalién, para encontrar la costa, fue una medida de urgencia, puesto que la única posibilidad de salvar con vida en medio de este territorio hostil, era entrar en contacto con su Capitán de mar, Juan Bautista Pastene, quien comandaba el navío “San Pedro”, el cual traía los pertrechos y víveres, necesarios para continuar la exploración y conquista de tan vasta área.

Evidentemente, cuando Valdivia y sus hombres encuentran la
desembocadura del río, se les viene casi literalmente “el alma al cuerpo”; escrutan el mar hacia el horizonte, en busca de la nave de Pastene. La orilla de playa no es un lugar aconsejable para una espera incierta, las tierras de Penco eran una selva, y por cualquier punto podía venir el siguiente ataque indígena. Sensatamente buscan el resguardo en el mejor lugar para una efectiva defensa, loma arriba se forma una meseta (hoy sector Bellavista Sur), que da la visión definitiva al Conquistador de la bahía a la cual había

Boceto artístico del primer fuerte en Cerro Bellavista.
llegado.

Meses después escribirá al Emperador Carlos V, dando cuenta de la estratégica ubicación de la bahía, la calidad de las tierras y la abundancia de los recursos naturales con que el mar y valle de Penco favorece la conquista. No duda en calificarla como “la mejor bahía de las Indias”. Hace una descripción notable del lugar, al punto que hoy es posible corroborar las apreciaciones de Valdivia, observando desde el mismo sitio del cual él lo hiciera hace 463 años.
El hecho relatado es el que da origen a toda una infinita secuencia de acontecimientos que marcan el desarrollo de lo que hoy es Chile, ya que cuando Valdivia decide asentarse en Penco, levantando primero una empalizada, y pasado el invierno, fundando la ciudad de La Concepción en el sitio de Penco, le está asignando a éste territorio pasar a ser cuartel general de la Conquista, desde el río Maule hasta un lejanísimo Estrecho de Magallanes. Así la triada queda compuesta por Santiago, La Serena y La Concepción.
Perspectiva actual desde Cerro Bellavista.

La Concepción en el sitio de Penco, será durante siglos el escenario de sucesos dignos de novelas épicas, de las cuales el propio Lautaro y disímiles gobernadores serán protagonistas; Ercilla dará cuenta en La Araucana, como testigo presente, de lo acaecido en estas tierras impetuosas. Instituciones de la corona hispánica se levantarán en Penco, un Palacio para el Gobernador, el Cabildo, la Real Audiencia; junto con la espada llega la cruz, y con la cruz echan raíces jesuitas, dominicos, agustinos, franciscanos, mercedarios; otras órdenes e incluso la primera universidad del Reino. Pero lo que se levantó con denodado esfuerzo, una y otra
vez se fue al suelo, ya sea por mano del hombre como por
catástrofes naturales, que como pocas veces en la historia han significado para una comarca y su gente definiciones radicales. En 1751 uno de los tantos terremotos y maremotos, obliga el traslado de algunos, y la resignación de otros; así nace la nueva Concepción en el valle de La Mocha; y así retoma Penco su denominación primera.

Vista amplia de la "mejor bahía de las Indias".
En 1822, 51 vecinos del muy desolado Penco, aquellos cuyos medios materiales no permitieron trasladarse, escriben a Bernardo O'Higgins, Director Supremo de la Nación, para exigir libertad de formar desde los escombros de una ciudad devastada, una comunidad de chilenos dignos como los que más, que sabrán hacer frente a la adversidad, y como la historia y la naturaleza nos ha recordado una y otra vez, ciertamente ha sido el devenir de nuestro Penco.

Pasaron los años, y la obstinación de los 51 vecinos, dio sus frutos. Con fecha 29 de marzo de 1843, el gobierno del Presidente Manuel Bulnes crea la Villa de Penco; para luego de otras décadas, el 25 de abril de 1898, elevarse al título de Ciudad, mediante Decreto firmado por el Presidente Federico Errázuriz. Como en la vida de las personas e instituciones, siempre habrá diversas fechas para conmemorar, todas con su particular significado. Penco tiene un cúmulo de acontecimientos que poner en valor, para reencontrase con una identidad que hace de los pencones herederos de una rica historia, de la cual hoy destacamos el hecho que ocurrió hace exactamente 463 años, cuando el Valle de Peguco, hoy Penco, comenzó a ser registrado en las crónicas de la
Conquista de América.

Jaime Robles Rivera
Presidente
Sociedad de Historia de Penco.

EL VINO CLARO Y BRILLANTE DE LAS MURTILLAS

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Ir al campo a recoger murtilla en Penco era una fiesta, hecho que era una costumbre popular en el siglo XX y que consistía en que familias enteras y en forma muy numerosa salían a los cerros de madrugada y con harto cocaví cada Viernes Santo.

Pareciera que el fruto alcanza su mejor punto de maduración para los días de Pascua de Resurrección. Sin concertarse los improvisados cosechadores de murtillas aún sin rayar el sol salían de sus casas y comenzaban entretenidas procesiones cerro arriba para recoger esas pequeñas bayas globosas, dulces y sabrosas y traerlas en bolsas y canastos a casa al final del día.

Niños –en realidad los más entusiastas--, mujeres y hombres mayores subían hacia Villarrica y las emprendían rumbo a Primeragua, lugar donde amplias explanadas muy expuestas al sol de verano exhibían grandes manchones de estos arbustos cargados de las jugosas murtillas. El fruto es esférico y pequeño no mayor de 1,5 centímetros. Es dulce por esencia con notas ácidas parecidas al membrillo, pero con un aroma distintivo, único y agradable.

El Abate Molina en el siglo XVIII escribió que los mapuches hacían vino de murtilla. El mosto tardaba en fermentar, pero al final decantaba en un líquido claro y brillante de sabor suave y muy agradable. Tal fue el juicio del abate al término de sus investigaciones sobre el valor de la murtilla. Los mapuches llamaban a este fruto “ugni” o “uñi”, por lo que su nombre científico es hoy “ugni molinae”.

La planta de este fruto es un arbusto de no más de un metro y medio de altura. Se desarrolla muy bien en suelo seco y expuesto al sol. Florece en noviembre, sus flores tienen forma acampanada. Algunos conocedores dicen que existen frutos de tres variedades: blanco, rosado y rojo, muy sabrosos y apreciados estos últimos.

Con la murtilla en Penco las familias preparan delicadas y deliciosas mermeladas, también hacen tortas y postres. Para este último propósito, cuecen rodajas de membrillos y murtillas en almíbar. El resultado es sorprendente. Y algunas personas también usan la fruta para preparar tragos echando un puñado de murtillas en una botella con agua ardiente. La fruta se pasa con los días y se va al fondo. Reponedor trago como bajativo en días de invierno.

Las cosechas de murtilla silvestre en los cerros de Penco, terminaban como decíamos al final de la jornada de Viernes Santo. Por cierto que no faltaban algunos adultos que luego de recoger la fruta pasaban a una “picada” en Los Barones, donde brindaban con generosidad vino tino pipeño con harina. Un cabezónharinado los devolvía contentos y alegres a sus casas luego de un agotador día de trabajo al sol sumergidos entre los arbustos proveedores de este magnífico fruto del fin del verano.

HIJO DE PENCONES SE LUCIÓ CON SU PRIMERA PELÍCULA EN ESTRENO EN EL CENTRO CULTURAL DE LA MONEDA

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J.Méndez, su hijo Juan Pablo y Memo Cartes en el estreno.
Un evento cultural de gran relevancia protagonizó en el Centro Cultural de La Moneda, Juan Pablo Méndez, hijo de los conocidos vecinos pencones Julio Méndez Briones y Esmérita Opazo. El joven Méndez de 31 años, de profesión audivisualista, dirigió el cortometraje "Oso" realizado por un equipo de muchachos profesionales de las comunicaciones y que contó con financiamiento estatal.
A la derecha el afiche de la película. Y en la siguiente dirección pueden ver el trailer de esta genial producción:  


El estreno del cortometraje congregó a decenas de personas entre amigos, familiares y gente del mundo audiovisual interesados en conocer la propuesta presentada por el equipo encabezado por Juan Pablo Méndez. La realización de este material le tomó a equipo dos años de intenso trabajo creativo. Y el público asistente premió con un  cerrado aplauso esta creación.

Oso es una narración puramente audiovisual apoyada con animaciones de un personaje que es un plantígrado, que representa al mundo natural. Este oso motivado solamente por su deseo básico de comer un salmón se involucra en la vida rutinaria de la gran ciudad. En la gran urbe que es el Santiago actual sufre indecibles tribulaciones y humillaciones: se tiene que ganar la vida como un ciudadano común y corriente. La experiencia de un hombre que vivió colmado de bienestar manejando dinero y que sufrió un revés al perderlo, le da la pista de la libertad y el sentido de la vida: la vuelta a su estado natural. 

Oso combina de forma magistral la vida silvestre con la vida urbana, planteando una propuesta que todavía es posible reconstruir. Usa un lenguaje típicamente audiovisual sin texto escrito y apoyado por sonidos y un tema central interpretado de modo estupendo por la cantante Araceli. Un siete para el equipo creativo y su director, hijo de pencones, Juan Pablo Méndez. 


Numeroso público en el T. del C. Cultural de La Moneda

LA SEMANA SANTA DE ENTONCES EN PENCO

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¿Cómo se celebraba la Semana Santa en Penco? Tal vez como en ninguna parte. Recuerdo que se manifestaba en la gente un entrañable respeto por la tradición cristiana y católica. Eran días para estar serios  --pero no graves— y meditar. En esos años en que no había televisión, sólo existía la radio y las programaciones radiales iban al compás de este respeto: pura música sacra o religiosa. Solamente las tandas comerciales rompían este clima de respeto y recogimiento. Las emisoras dejaban de difundir las cuecas al mediodía, los radioteatros de la hora del almuerzo, los pedidos de discos de media tarde que hacían sus auditores por medio de cartas, o los espacios vespertinos de corridos mexicanos. Así transcurrían estos días llenos de reflexión y miradas introspectivas.

La Semana Santa se iniciaba el Domingo de Ramos con un viaje al cerro para recoger ramas de laurel y olivo directo de las matas. De ahí a la misa y a esperar que el cura bendijera los ramos con agua bendita. Había que ubicarse bien adelante para recibir al menos una gota. Después, de regreso a la casa para el almuerzo y a colocar el ramo bendito en la muralla sobre la cabecera de la cama.

El lunes proseguía este clima de no hablar en voz alta y la gente se cuidaba mucho en su leguaje cotidiano para no decir garabatos. Cuando afloraba uno por ahí sin querer, el responsable agregaba inmediatamente a modo de disculpa: “¡oído sordo Semana Santa!” Sin embargo, no obstante esta realidad, nuestra vecina, la señora Elena nos comentó a un grupo de niños cómo se celebraba la Semana Santa en sus tiempos, según decía. Esto era muchos años antes, por cierto. Entonces, agregaba ella y nosotros nos mirábamos de reojo, el silencio era absoluto y la gente de Penco guardaba riguroso respeto por estas fechas. En cambio ahora, nos dijo en franco tono de crítica, cada vez menos personas se persignan en las calles o hablan en voz baja.

 Sin duda, no obstante este relato, ella lamentaba que la gente no expresara el respeto que bien correspondía y no se comportara como en sus años mozos. ¿Qué opinión tendría ella de lo que ocurre hoy?, me pregunto.

MUDANZAS NOCTURNAS EN PENCO

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Cuando Penco tenía menos de diez mil habitantes, toda la gente se conocía, si no en profundidad, al menos de vista o de referencia. Se sabía más o menos dónde vivía cada persona y sus relaciones familiares o sociales. También sus inclinaciones políticas.

Cuando las familias tomaban la decisión de cambiar de domicilio adoptaban una modalidad que hoy día parecería incomprensible: hacían la mudanza durante la noche.

Nosotros nos cambiamos de noche desde nuestra dirección en calle O’Higgins con Robles a Alcázar con Freire. Y pregunté por qué no lo hacíamos de día. Obtuve por respuesta que la mudanza se hacía después de la caída del sol para reducir el número de testigos. La gente quería que su cambio de casa no fuera tema de comentario y comidillo. O sea, que todos se informaran cuando el cambio ya estaba cumplido. Y a partir de entonces lo comprobé después con muchas otras familias en plan de mudanza.

Otra razón probable, que entonces no escuché, pudo ser que la gente no quería exhibir sus enseres. De noche se cargaba el vehículo de mudanzas y de inmediato éste seguía rumbo a la nueva dirección donde los muebles se descargaban en la penumbra. Por esos años, el alumbrado público era escaso y en los vecindarios tampoco había muchas ampolletas como hoy. De manera que la oscuridad también permitía ocultar pobrezas que lesionaban la dignidad de las personas.

Dependiendo de la hora del cambio, los vecinos se daban cuenta a la mañana siguiente que habían recién llegados en la casa de al lado.

LA AFICIÓN DE OLER FLORES TENÍA SU COSTO: PERDER LA NARIZ

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El “zaratán” era un microbio muy dañino y peligroso que vivía entre los pétalos de las flores. Así nos contaban los mayores, por lo que los niños debíamos evitar meter nuestras narices dentro de una rosa, por ejemplo, para prevenir el abordaje a nuestro cuerpo de ese agente maligno. Según decían, los “zaratanes” atacaban por dentro las paredes de la nariz y las destruían, dejando a las personas que habían tenido la mala suerte de contaminarse, sin nariz. Otro dato, una vez que el bicho saltaba de la flor a ese sitio de la cara, era imposible sacarlo. 
Quienes narraban estas historias de terror, supuestamente verdaderas, tenían un ejemplo a la mano para demostrar la acción de los “zaratanes”: en Cerro Verde vivía un caballero víctima de estos bichos diminutos. En efecto, la persona en cuestión carecía de nariz, por lo que sus fosas nasales eran frontales a quien lo mirara. Pobre señor, sin nariz, nadie querría mirarlo a los ojos, sin tener enfrente de sí esos dos agujeros cónicos. Para mucha gente, él había sido una víctima de los “zaratanes”. Uno se preguntaba: ¿habría él andado oliendo cada flor de su jardín, hecho que le significó tan cara consecuencia? ¿Por qué él mismo no nos contó su martirio para que nosotros no cometiéramos la misma imprudencia? Pudo haberlo hecho ya que circulaba con mucha frecuencia por las calles de Penco. 
Tan hondo calaban esos mitos, que uno se cuidaba mucho de no oler flores por un miedo vivo de contagiarse el “zaratán”. Primero, había que mirar muy bien entre los pétalos de una violeta, una rosa, un copihue o una reinaluisa antes de intentar disfrutar su aroma. A los pocos años ya nadie habló más de ese supuesto agente del reino vegetal, guardián celoso de las flores al punto que amenazaba con hacer perder la nariz a quien quisiera osara arrebatarle la delicia de esos olores. 
El amplio diccionario de Internet “Wordreference” dice desconocer la palabra. Sólo aparece una voz cercana en el diccionario Sopena y ella es “zarate”, que es un nombre que se le da a la sarna en algunos países americanos. ¿Cuál era el fundamento, entonces para “zaratán”? Una opción pudo ser la enseñanza. O sea, advertir a los niños del peligro de oler directamente una flor porque en ella podía haber abejas escondidas, haciendo su trabajo de polinización o que hubieran agresivas hormigas bebiendo néctar sin querer ser molestadas. La historia del vecino de Cerro Verde servía para ejemplificar, pero lo más probable fue que él haya perdido la punta de su nariz en otras circunstancias, tal vez un accidente. En el imaginario de los niños quedó, sin embargo, la impresión que él perdió esa parte de su rostro por su incontrolado hábito de ir oliendo una flor y otra flor y otra flor…

EL INGENIOSO TELEFÉRICO DE LIRQUÉN

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Con gran inteligencia comercial, la fábrica de Vidrios Planos de Lirquén empleó durante un tiempo un teleférico de carros metálicos para transportar carbón desde la boca de la mina hasta sus calderas. La distancia entre ambos puntos pudo ser de unos cuatrocientos metros que se cubrían con una línea sinfín la que arrastraba pequeños contenedores con forma de cubo cargados con carbón. Estos cubos metálicos colgaban del cable y oscilaban en su desplazamiento hasta las calderas de Vipla. Una vez que dejaban su carga giraban y retornaban al punto de partida. La técnica empleada era de los modernos teleféricos o, si se quiere, como los andariveles de una cancha de esquí.
Esta técnica de transporte limpia, seguramente accionada por fuerza eléctrica, prestó servicios hasta mediados de la década de 1950. Era un espectáculo ver avanzar los carros jalados por el cable de acero hacia su destino: las hogueras que alimentaban las calderas que la fábrica. El sistema fue, sin dua, un acierto futurista de decisiones y realizaciones. Sin duda, un ejecutivo percibió que estando el carbón tan cerca era factible llevarlo a la industria en forma sistemática, sin contaminar ni crear congestión. Del mismo modo, fue un logro de la ingeniería local que diseñó esta forma de transporte que no causaba ningún problema: carbón directo del productor al consumidor, sin intermediarios.
En las fotografías de época se muestran primero en lugar donde se cargaban los cubos con carbón: en la boca-mina y el curso que seguía el trazado del teleférico que pasaba junto al arco norte de la cancha de Minerales, cruzaba la línea ferroviaria por el aire e ingresaba a Vipla por arriba de los techos, foto 2. En esta última imagen que data de 1952 es posible ver el cable de arrastre que pasaba sobre el techo de la industria.
 

 

LOS SOLDADORES CALLEJEROS DE PENCO

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Entonces más que hoy se empleaban tiestos para usar el agua: lavatorios, jarros, ollas, cacerolas, sartenes y también bacinicas. Estos recipientes era mayormente de enlozados. Los baldes, utensilios claves en estos menesteres, estaban hechos de lata galvanizada. Sin embargo, los productos enlozados gozaban de gran aceptación por su higiene. Se lavaban con agua caliente y quedaban absolutamente limpios. Pero, tenían un inconveniente: se saltaban o se picaban. El golpe por descuido generaba en el tiesto una fea salpicadura que dejaba al descubierto la estructura de hierro, que se veía color gris brillante al comienzo pero muy pronto se oxidaba y el paso siguiente era su perforación total. Así el recipiente quedaba inservible. En consecuencia el problema con los enlozados era el extremo cuidado que había que tener con ellos.
 Afortunadamente para la necesidad de las saltaduras había un remedio: los soldadores. Estos personajes del folclor local prestaban sus servicios por las calles de Penco. Iban puerta por puerta ofreciendo componer estos utensilios. Así salían a la vereda los lavatorios, las bacinicas y todo lo enlozado que estuviera roto, picado o amenazado de romperse. Los soldadores recomponían estas cosas sentados en la acera. Las herramientas para realizar este oficio eran un caldero, un cautín, una tijera para cortar latas, una lima y una botella con algún químico, además de la materia prima: trozos de soldadura y pedazos de lata. 
Recuerdo que un lavatorio roto quedó impecable porque el soldador aconsejó no reparar los agujeros, sino retirar todo el fondo y reemplazarlo por un pedazo de lata. Al final del trabajo, una dueña de casa recibió un lavatorio nuevo en que sólo los bordes correspondían al original, la base era completamente de otro material.
Terminado un trabajo por poco dinero, los soldadores seguían camino calle abajo, tratando de obtener otro “pololito”. Algunos gritaban algo así como “tiene algo para soldarle, caserita” y otros le agregaban un canto. Era un trabajo sucio porque tenían que raspar, lijar y soldar. Para calentar el cautín a la temperatura de fundir la soldadura requerían de un combustible más potente que la simple leña. Llevaban también algunas piedras de carbón mineral. Así, la punta del cautín quedaba al rojo y ellos podían derretir la soldadura con la que taponaban los piquetes de los tiestos en cuestión. 
El oficio de soldador callejero fue excluido por la modernidad. Hoy los antiguos tiestos para emplear el agua ya no usan y, en consecuencia, tampoco se necesitan los maestros soldadores que caminaban acompañados con sus calderos encendidos ofreciendo sus servicios, personajes tan familiares en las calles de Penco de entonces.

LA FIESTA DE CADA DOMINGO EN LA REFINERÍA

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El primer equipo de Fanaloza (años 50).

El fútbol oficial en Penco, es decir aquel correspondiente a la “primera división” del torneo regional del balompié, era reverenciado por adultos y niños quienes asistían masivamente al estadio de la refinería cada día domingo. Siempre había un protagonista que hacía de local en ese recinto ya fuera Coquimbo, Fanaloza o los de Lirquén Vipla y Minerales. Por ese motivo, cada vez las aposentarías estaban colmadas de fanáticos. Y no sólo las galerías de tablones, sino también las dos elevaciones junto a la cancha: el sitio baldío de entonces (hoy escuela Italia) donde la altura permitía ver por encima del muro del recinto y la esquina de Membrillar con O’Higgins. En esos lugares privilegiados se apostaba mucha gente a ver lo que se podía ver.

Dentro del recinto, esto es relevante, no había ni rejas ni vallas metálicas entre la cancha y las aposentadurías. Existía sólo una baranda de madera que separaba más bien simbólicamente el pasillo que permitía al público circular o buscar ubicación y las líneas laterales del campo de juego marcadas con cal. Es decir, cualquier fanático podría haber entrado a la cancha, porque ni siquiera había resguardo de carabineros. Pero, los hinchas de entonces eran respetuosos, reverenciaban esas normas no escritas de buen comportamiento. Sólo la conducta que se observa hoy en los estadios europeos era comparable al modo de comportarse de los pencones.
Escena de un partido oficial en la cancha refinera.
Dependiendo de la importancia del partido, algunas veces una hora antes del encuentro, en medio de la cancha actuaba el orfeón de la refinería ejecutando hermosas marchas militares herencia de la Segunda Guerra Mundial. Esta banda la integraban trabajadores refineros y vecinos que tocaban mayormente instrumentos de vientos como trompetas, clarines, clarinetes, requintos, bajos y oboes. Y para el ritmo: tambores, bombos y platillos. Vestían uniforme azul oscuro, camisa blanca, corbata azul y una gorra del color del traje. Sus interpretaciones eran de un excelente nivel, pues seguían rigurosamente partituras y arreglos bajo la conducción autorizada de la batuta de un director.

Pero, ésos eran los flecos. Veamos qué pasaba en los entretiempos. Decíamos que los padres llevaban sus hijos al estadio, quienes miraban los partidos quietitos en sus asientos. Alguien diría que ahí estaban “que cortaban las huinchas”. Por eso, cuando el árbitro daba por terminada la primera parte y los jugadores volvían al camarín, estallaba otra fiesta en el estadio de la refinería: decenas, si no cientos de niños saltaban de sus asientos y entraban masivamente y corriendo a la cancha. Nadie sabía de dónde salían pelotas y se armaban las pichangas de todos contra todos. Como los “jugadores” eran tantos, se levantaba gran polvareda. Los niños perseguían las pelotas, se daban patadas, salían corriendo, cometían fouls, chuteaban al arco. Era un caos pero también una gran diversión que se podía presenciar desde las tribunas. La gente gritaba a los niños “jugadores”, los aplaudía, los llamaba por sus nombres en la multitud. Tal era el espectáculo, valor agregado, que se producía en el entretiempo. La fiesta terminaba y todos volvían a las tribunas a sentarse junto a sus padres cuando la triada de árbitros regresaba al campo de juego para reiniciar las acciones.

CIEN PENCONES ESPERANDO UN TREN

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Escena típica en un vagón, con pencones de regreso en el chillanejo.
Una emoción única se vivía en la estación ferroviaria de Penco cada noche, ya fuera en invierno, otoño, verano o primavera. Decíamos en otro post que ese recinto era un paseo público con decenas tal vez centenas de personas caminando en el andén de aquí para allá y viceversa bajo las buenas luminarias del lugar. La gente iba a ver pasar el tren, en particular del chillanejo, el penúltimo del día que paraba en Penco a las 9:30 de la noche. El tren de seis vagones entraba resoplando y chirreando con su locomotora envuelta en humo y vapor hasta detenerse totalmente. Mientras el maquinista de un salto bajaba con una enorme aceitera a aceitar las bielas, el conductor ingresaba en la estación a conversar cuestiones del viaje con el jefe y los pasajeros de mayor edad que llegaban descendían con dificultad las escalas metálicas quizá con las articulaciones trabadas por las largas horas sentados en incómodos escaños de madera. El andén era el punto donde los viajeros con los ojos largos miraban entre la multitud si alguien habría venido a esperarlos. Y a su vez los que estaban en la estación miraban con ojos más largos a sus parientes o visitas a través de las ventanillas. Luego de los abrazos, los besos y los saludos... a cargar los bultos para llevarlos a casa.
Pero, la emoción de la que hablábamos al inicio estaba más allá de estas escenas de bienvenida, se refería a la imagen del tren acercándose y serpenteando en la noche desde la boca sur del túnel de punta de parra en su camino a Lirquén. En efecto, desde la estación la gente miraba este espectáculo distante de la máquina y sus carros iluminados avanzando en la soledad y en la oscuridad por la vía entre los cerros de Quebrada Honda y la playa. La gente veía esta imagen y miraba sus relojes tratando de calcular cuánto tardaría el tren en llegar a Penco. Hasta que el convoy se perdía detrás del morro de tosca de la mina para su primera detención en la comuna: la estación de Lirquén. Entre tanto, en la estación pencona la gente seguía mirando sus relojes no por apuro sino que para hacer sus propios cálculos del tiempo restante. Unos quince minutos después el potente foco de la locomotora a carbón arrastrando sus vagones asomaba en Cerro Verde, pasaba rugiendo por el cruce de calle Infante y entraba derechamente en el sector de Gente de Mar haciendo sonar su silbato de vapor característico en esos lluviosos inviernos pencones. La máquina era una hoguera cuyas llamaradas de color rojo y naranjo se reflejaban en el humo negro que despedía abundantemente por su chimenea. Para los niños: un dragón temido y admirado.
La detención del chillanejo en Penco no pasaba de unos ocho minutos, tiempo suficiente para que descendieran los pasajeros y el personal bajara los bultos y las encomiendas desde el carro de equipajes. La gente se quedaba en el andén  
hasta ver la partida. El conductor subía al final. Así el chillanejo reiniciaba su viaje a Concepción. Lo último que veíamos mientras el convoy se alejaba era el farol rojo instalado atrás en el vagón de cola. En dos o tres minutos se perdía de vista en la curva de Playa Negra. La gente partía de regreso, el espectáculo había terminado, calabaza, calabaza. 
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Fotos: AL MEDIO: la estación de Penco hoy; ABAJO: imagen recreada que pretende representar un tren avanzando en la noche. Ambas imágenes son del M. Martínez.

LA SOCIEDAD DE HISTORIA TRAS LA PISTA DE LOS PENCONES PRIMITIVOS

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Los exploradores de SHP. De izquierda a derecha:
Jaime Robles,  Katherine Espinoza,  José Vergara,
Osvaldo Henríquez, Manuel Suárez, María Cristina Ferrada,
Evelyn Elgueta y Duberli Espejo.
Una visita exploratoria al sector de Quebrada Honda, donde ésta desemboca en la bahía, realizó un grupo de integrantes de la Sociedad de Historia de Penco (SHP) con el fin de conocer un sitio arqueológico donde habría habitado –dentro del espacio de la actual comuna de Penco-- un grupo humano hace 4.000 años, según una primera estimación. El único vestigio consiste en un conchal semi sumergido en tierra arcillosa, mudo testigo de actividades de seres humanos primitivos que se clasificarían dentro de un período pre-cerámico. Eran cazadores, recolectores marinos y seguramente permanecían allí sólo por temporadas.
Conchal de Quebrada Honda
Katherine Espinoza, antropóloga de la Universidad de Concepción, integrante de la SHP y del grupo de excursionistas, dijo que aquellos primeros habitantes de Penco seguramente recorrían el borde costero en busca de alimentos y que se radicaban en la parte baja de la quebrada aprovechando un curso de agua dulce. Agregó que probablemente tuvieron conexiones con los moradores de otro conchal ubicado en Playa Negra, del que la SHP también tiene conocimiento. Espinoza informó que el descubridor del sitio de Quebrada Honda fue el investigador Oliver Schneider en 1920. Los vestigios recogidos por él, con seguridad, restos humanos, fueron llevados al Museo de Historia Natural. Sin embargo, a casi un siglo de distancia se les perdió la pista por las sucesivas mudanzas del recinto y por un incendio que en una ocasión afectó a sus instalaciones.

El conchal de Quebrada Honda está dentro de una propiedad privada, por lo que la SHP haría gestiones para obtener permiso y poder ingresar. El propósito sería evaluar la posibilidad de un proyecto de investigación científica para la búsqueda de más vestigios humanos y formular una tesis acerca de  cómo estaban organizados estos grupos humanos primitivos que se sabe residieron en los alrededores de la bahía de Concepción entre 4.000 y 10.000 años antes del presente.
La bahía de Concepción vista desde Quebrada Honda.
Los integrantes de la Sociedad de Historia de Penco encabezados por su presidente Jaime Robles llegaron caminando a la desembocadura de Quebrada Honda por el trazado del antiguo ferrocarril a Tomé, punto desde el que observaron el sitio y se formaron una idea aproximada de cuál era el entorno en que se desenvolvieron estos grupos humanos de cazadores y mariscadores de los tiempos prehistóricos. Un trabajo de investigación más profundo podría arrojar nuevas luces acerca de esos grupos, sus conductas y sus formas de vida.

LAS FOTOS las proporcionó Jaime Robles, pdte. de la Soc. de Historia de Penco.

LAS LUCES Y LAS SOMBRAS DE FANALOZA

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NOTA EDITORIAL: El siguiente es un cuestionario que ha respondido gentilmente don Fernando Pulgar Ávalos ex profesional de Fanaloza durante los cincuenta. A través de sus respuestas obtuvimos un relato en primera persona de esos años de una industria ícono pencón por décadas.
Fernando Pulgar, a la izquierda, en un sitio de acopio de
materiales en la antigua Fanaloza.
¿En los mercados, cuál era la fortaleza de Fanaloza: los sanitarios, los azulejos, las vajillas o los productos con diseños exclusivos?

"Vajillerías, Sanitarios y Azulejos de Fanaloza Penco fueron productos distinguidos y prestigiados por su calidad y diseño, abasteciendo al país y exportándolos a Perú, Argentina, Uruguay y Estados Unidos".
 
¿Cuál fue el impacto real de la silicosis en Fanaloza y cómo enfrentaba la empresa ese problema? 
"La silicosis que daña los pulmones al inhalar el polvo de materias primas con sílice, tales como caolín, cuarzo, feldespato y otros, afectaba en especial a los trabajadores de la Secciones Molienda y Colores y Barnices Cerámicos. 
El Saturnismo o Plumbosis, enfermedad producida por productos con plomo y que es un envenenamiento a la sangre y por ende de todo el organismo, la sufrían mayormente los operarios de la Sección Colores y Barnices por trabajar con Azarcón (tetróxido de plomo), contaminándose a través de la piel y pulmones cuando se fundía la "frita", base de los barnices. Mínimas y casi nulas eran las medidas de seguridad, usando solo guantes y mascarillas inadecuadas para la protección requerida." 
"Elaboré un estudio especial sobre los gases de plomo que presenté a la Gerencia Técnica, proponiendo un aspirador y recuperador de plomo en la chimenea respectiva, como ya se usaba en otros países. El proyecto fue desechado por su costo. El Dr. Eduardo Cruz-Coke, que fue Ministro de Salud y Senador estudió la Silicosis y el Saturnismo o Plumbosis, proponiendo soluciones pero no tuvo éxito. En 1952 se creó el Servicio Nacional de Salud (Ley 10383); pero solamente en 1957 empezó la verdadera preocupación por los "Accidentes y Enfermedades Profesionales" al crearse la Ley 16744 que obliga a las empresas a cumplir normas de seguridad, largamente reclamadas por los trabajadores."
¿Recuerdas tú cómo  y por qué la empresa de regalaba a los trabajadores productos de la industria una vez al año para que ellos los vendieran? Les daban juegos de loza…
"El obsequio a los trabajadores de un juego de vajillería estándar anual y precios rebajados para adquirir productos fueron conquistas pactadas. Es obvio que la empresa también se favorecía al rebajar sus impuestos al dar estas regalías." 
¿Cuál crees tú que fue la causa o las causas que llevaron a la empresa a desperfilarse y finalmente cerrar? 
"Entre los factores que llevaron a la decadencia de Fanaloza están: Falta de personal calificado y por ello falta de modernización tecnológica. Por muchos años la familia Díaz Boneu y sus descendientes administraron y supervisaron la fábrica de Fanaloza en Penco. Don Gregorio Díaz Boneu ,Gerente General y don Facundo Díaz Boneu, Gerente Técnico destacándose este último por su capacidad técnica como Ingeniero Cerámico, titulado en Inglaterra, y por su calidad humana para tratar a todo su personal. Además asesoraba a su hermano en todo el quehacer de la industria." 
"Las jefaturas superiores de cada área de producción estaban a cargo de los hijos de ambos gerentes, quienes, salvo excepciones, no tenían preparación técnica superior para dichos cargos." 
"Se vio, pues, la necesidad de contratar algunos ingenieros para asesorarse y lograr subir la calidad de la productividad. Lo mejor se logró con la participación de los trabajadores durante el gobierno del Presidente Allende, pues el interventor señor Rosauro Montero tuvo buen diálogo laboral con el ingeniero jefe del Departamento Cerámico, tiempo en que el sindicato aportó toda su colaboración." 
"Don José Díaz Mateluna, Ingeniero Cerámico de la Universidad de Ohio, Estados Unidos, dejó Fanaloza y se fue a Buenos Aires donde instaló una Fábrica de Pisos Cerámicos Vitrificados."
"El golpe de estado de 1973 trajo a Fanaloza cesantía, persecución y cárcel...Además de cambios de dueños (entre ellos el rico empresario Hernán Briones).  La libre importación, decretada por el gobierno de facto, terminó de arruinar a esta industria pencona con la llegada de loza barata de China.Vino la quiebra y se adjudicaron la industria Feliciano Palma Matus, ingeniero comercial de la Universidad de Concepción y su esposa Margarita Germany, hija de un conocido médico de esa ciudad." 
"Fanaloza y la ciudad de Penco vieron un renacer y un auge nunca vistos. Hubo trabajo, muy buenos sueldos, fútbol de categoría nacional y otras maravillas que aún recuerdan los pencones. Mas todo aquello era una farsa que ocultaba uno de los más grandes fraudes al fisco de Chile, vale decir a todos nosotros. El monto detectado fue de 48 millones de dólares, pero hay otros 15 millones de dólares que no se sabe adónde se fueron. Humanamente hablando, los más perjudicados con este multimillonario fraude fueron los 2.200 trabajadores y sus familias que a esa fecha tenían una vida plena y feliz."
 ¿Cómo era la relación empresa-sindicatos?
"Las relaciones empresa-sindicatos eran buenas en los '50. Había 2 sindicatos: obreros y empleados. Se contaba con casas de la empresa para algunas familias de ellos en Penco. Había reembolsos de gastos médicos y medicinas, controlado por el Departamento de Bienestar, cuyo Jefe era don Oscar Contreras."
De los grandes personajes de la industria: ¿Cómo era don Reginald Díaz? Había uno de los Díaz que era piloto y tuvo un accidente ¿sabes esa historia, quién era él? 
"Don Guillermo Díaz Batchelor, "Don Willy", muy querido por todos por su afable trato, falleció en accidente aéreo, antes que yo llegase en 1953. Era casado con la Sra. Sheila, secretaria de don Facundo Díaz Boneu. Don Reginald Díaz Batchelor, hermano del anterior, llegó de Inglaterra poco antes que yo me viniera a Viña en l957. Según referencias era un ingeniero joven algo fantasioso y vividor."

UNA NOCHE LOS PENCONES SALIERON A LA CALLE PARA OBSERVAR EL PLANETA MARTE

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A pesar de todos los avances y de todas las investigaciones científicas, el planeta Marte sigue siendo más un misterio que un espacio familiar como lo revelan las imágenes de los robots enviados allí. En youtube muestran supuestas fotos no reveladas de ciudades marcianas destruidas, de pirámides y rostros humanos que miran hacia acá. Imagínense si eso es hoy cómo sería antes…
El planeta Marte fotografiado  por un telescopio.

En 1957 el planeta Marte tuvo una de sus aproximaciones periódicas a la Tierra, alcanzando una distancia de menos de sesenta millones de kilómetros con nosotros una noche de septiembre de ese año. Un astrónomo diría “esto no tiene nada de extraño” porque ha sido siempre así y lo seguirá siendo. En sus giros en torno al Sol, en algún momento ambos planetas se encuentran y se alinean. En tal caso Marte se ve claramente arriba como un lucero de tono anaranjado. Sin embargo, hay que prestar atención para descubrirlo en medio de las estrellas. Eso fue lo que ocurrió esa noche, según las noticias científicas.

Una radio de Concepción –entonces Penco no tenía emisora— preparó una programación especial esa noche imitando el radioteatro de la Guerra de Los Mundos de H.G. Wells que hizo temblar a Nueva York en octubre de 1938 con el escalofriante relato del actor Orson Welles acerca de la invasión marciana. Fue una transmisión de la CBS que pasó a la historia por su impacto emocional. Es probable que la emisora penquista que hizo la historia haya sido la entonces radio Araucanía, con un locutor muy creativo o imitativo. Lo cierto es que esa noche limpia y clara de primavera, el animador inició su relato diciendo que debido a la proximidad de Marte su radio había establecido contacto con una civilización marciana también muy atenta a lo que pasaba en la Tierra. Y que un colega suyo de allá quería decir cosas sobre lo que ellos veían que ocurría por aquí. En la noche marciana era posible distinguir la Tierra, agregaba el personaje de otro mundo y añadía que veía mucha discordia y falta de hermandad entre los terrícolas.
Orson Welles, a la derecha, con su genial relato de 1938.

En los hogares de Penco, a esas alturas del programa, la gente comenzó a aumentar el volumen de los receptores para escuchar mejor. El diálogo estaba entretenido y amenazante porque el marciano decía que si las cosas seguían mal por estos lados ellos tendrían que actuar. El locutor de Concepción respondía diciendo que no era para tanto no fuera que los marcianos partieran para acá en sus cohetes a poner orden. En medio de este relato radial, el locutor penquista dijo que se interrumpía brevemente la comunicación para dar paso a los comerciales. Rota la magia por los avisos pero con el suspenso en aumento, nadie sabía si esperar a que volviera el cuento o si había que salir a la calle para verificar esta situación. Fue de este modo. Hubo muchas personas mayores y adultos que dejaron sus hogares y se asomaron a la calle para mirar al cielo. La noche despejada mostraba a Marte titilando en un cielo bellamente estrellado. ¿Dónde está el cable de comunicaciones?, decían algunas personas. ¿Tiene que haber una línea telefónica entre la radio de Concepción y el planeta?, decían otros…

El término de la tanda publicitaria llamó de nuevo a los curiosos a meterse en las casas a escuchar la radio. El locutor siguió conversando con su colega marciano en perfecto castellano sobre asuntos comunes como la paz mundial, las enfermedades (ellos estaban más desarrollados, según decían desde allá), los deportes (también se jugaba fútbol ahí), etc. Al poco rato, los mayores entendieron que se trataba de un programa de ficción muy entretenido y bien hecho. No así los niños, quienes recién salieron del hechizo, cuando al cabo de media hora de programa el locutor marciano dijo que ellos allá, al igual que acá, vestían en la tienda Perroth, que tenía sucursal en Concepción y que había auspiciado la “comunicación” interplanetaria. No faltaron los frustrados que salieron de nuevo a la calle para mirar al cielo, ubicar a Marte y pensar cómo nos cambiaría la vida en la Tierra si alguien de nosotros pudiera llegar allá algún día y entablar una conversación con marcianos.

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